Título tradicional del poema acróstico que concluye el libro de los
Proverbios y que celebra a la mujer perfecta (Pr 31,10-31), según el
ideal de los sabios de Israel en el s.V. antes de nuestra era.
Naturalmente, hay que entender en sentido moral el vocablo "fuerte"
(transcripción del término latino fortis que emplea la Vulgata); los
traductores de hoy escriben de mejor grado "mujer hacendosa" o
"virtuosa".
Canto de alabanza entusiasta, el pasaje subraya ciertamente más las virtudes domésticas de la mujer que su brillo intelectual, pero testimonia, a pesar de todo, un "feminismo" relativamente ilustrado en el mundo oriental de la época. Con este talante se guarda en el mismo libro un equilibrio, por una parte, entre las salvaguardias o los juicios severos formulados sobre las prostitutas, o las esposas infieles, las zalameras de todo tipo (Pr 2,16-19; 6,23-35, 7,5-27), las que su belleza no disculpa el error (Pr 11,22) y sobre las que son fieles, sobre las esposas rencillosas, desabridas o apesadumbradas (Pr 21,9 y 27,15). Mas, por otra, el libro completa las anotaciones lisonjeras sobre la mujer llena de gracia, "que adquiere honores (Pr 11,16)"; sobre la mujer virtuosa, "corona del marido (Pr 12,4)"; sobre la mujer prudente, "mujer que es un don de Yahvé (Pr 19,14). Al lado de tal mujer, en una existencia conyugal iluminada por la dicha y el amor (cf. Pr 5,15-20), "el hombre encuentra la felicidad (Pr 18,22)".
La "mujer fuerte" es el arquetipo de esas esposas cuyo valor se estima al precio de la sabiduría misma: "Es mucho más valiosa que las perlas (Pr 31,10; cf. Jb 28,18)". Tal mujer merece la plena confianza de su esposo, cuya felicidad labra "todos los días de su vida (Pr 31,11-12)"; ama de su casa, prudente, hacendosa, hábil en los negocios y contribuyendo así en gran medida a la prosperidad familiar, caritativa con los indigentes, atenta a las necesidades y al bienestar de los suyos en todas las circunstancias, distribuye también, con discernimiento, "lección de bondad (Pr 31,13-27), que en otros pasajes de los Proverbios invitan a no olvidar la educación de los hijos (cf. Pr 1,8; 6,20; 31,1-9). Todas estas cualidades espiritualizadas por el "temor de Dios", que es el principio de la sabiduría (Pr 31,30, cf. 1,7; Sal 111-Vulg. 110,10; Ez 1,14 ó 16 según las vers), le valdrán ser alabada por sus hijos y por su esposo; y públicamente: "en las puertas de la ciudad (Pr 31,28-31)", lugar de encuentros y reuniones donde se consagran las reputaciones.
Canto de alabanza entusiasta, el pasaje subraya ciertamente más las virtudes domésticas de la mujer que su brillo intelectual, pero testimonia, a pesar de todo, un "feminismo" relativamente ilustrado en el mundo oriental de la época. Con este talante se guarda en el mismo libro un equilibrio, por una parte, entre las salvaguardias o los juicios severos formulados sobre las prostitutas, o las esposas infieles, las zalameras de todo tipo (Pr 2,16-19; 6,23-35, 7,5-27), las que su belleza no disculpa el error (Pr 11,22) y sobre las que son fieles, sobre las esposas rencillosas, desabridas o apesadumbradas (Pr 21,9 y 27,15). Mas, por otra, el libro completa las anotaciones lisonjeras sobre la mujer llena de gracia, "que adquiere honores (Pr 11,16)"; sobre la mujer virtuosa, "corona del marido (Pr 12,4)"; sobre la mujer prudente, "mujer que es un don de Yahvé (Pr 19,14). Al lado de tal mujer, en una existencia conyugal iluminada por la dicha y el amor (cf. Pr 5,15-20), "el hombre encuentra la felicidad (Pr 18,22)".
La "mujer fuerte" es el arquetipo de esas esposas cuyo valor se estima al precio de la sabiduría misma: "Es mucho más valiosa que las perlas (Pr 31,10; cf. Jb 28,18)". Tal mujer merece la plena confianza de su esposo, cuya felicidad labra "todos los días de su vida (Pr 31,11-12)"; ama de su casa, prudente, hacendosa, hábil en los negocios y contribuyendo así en gran medida a la prosperidad familiar, caritativa con los indigentes, atenta a las necesidades y al bienestar de los suyos en todas las circunstancias, distribuye también, con discernimiento, "lección de bondad (Pr 31,13-27), que en otros pasajes de los Proverbios invitan a no olvidar la educación de los hijos (cf. Pr 1,8; 6,20; 31,1-9). Todas estas cualidades espiritualizadas por el "temor de Dios", que es el principio de la sabiduría (Pr 31,30, cf. 1,7; Sal 111-Vulg. 110,10; Ez 1,14 ó 16 según las vers), le valdrán ser alabada por sus hijos y por su esposo; y públicamente: "en las puertas de la ciudad (Pr 31,28-31)", lugar de encuentros y reuniones donde se consagran las reputaciones.
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