JOSUÉ CAPÍTULO 10,11-14
11Y cuando iban huyendo de los
israelitas por la cuesta de Bejorón, el Señor les laznó desde el cielo
un pedrisco fuerte y mortífero en el camino hasta Azeca; murieron más
por la granizada que por la espada de los israelitas.
12Cuando el Señor entregó los amorreos a los israelitas, aquel día Josué habló al Señor y gritó en presencia de Israel:
-¡Sol, quieto en Gabaón! ¡Y tú, luna, en el valle de Ayalón*!
13Y el sol quedó quieto y la luna inmóvil, hasta que se vengó de los pueblos enemigos.
Así consta en el libro de Yasar*:
<<El sol se detuvo
en medio del cielo
y tardó un día entero en ponerse.
14Ni antes ni después
ha habido
un día como aquél,
cuando el Señor obedeció
a la voz de un hombre porque el Señor
luchaba por Israel>>
10,11-14 Es necesario tratar aparte estos versos, tristemente célebres. El nombre de Galileo se cierne todavía sobre ellos.
El
texto se compone de una cita poética confesada y otras frases en verso o
prosa muy rítmica. Un fenómeno literario semejante se encuentra en el
paso del Mar Rojo (Ex 14 y 15) y en la batalla de Barac contra Sísara
(Jue 4 y 5); es probable que la versión poética sea más antigua y que de
ella dependa de algún modo la versión, menos fantástica, en prosa. Esta
segunda no intenta renunciar al elemento maravilloso que exalta la
poesía. Ni una ni otra se han de tomar como crónica puntual de hechos.
Los
motivos literarios se encuentran en diversos textos sobre la guerra
santa: una batalla, un día memorable, una tormenta, un fenómeno celeste.
O sea, se trata de un "día del Señor", en que él mismo interviene
contra el ejército hostil, utilizando meteoros como armas, con
acompañamiento estelar. En Ex 14 lucha el viento contra el agua; en Jue 4
se trata de una tormenta y aguacero que impide la maniobra de los
carros, y que el poema canta en tonos exaltados: "Desde el cielo
combatieron las estrellas"; en 1 Sm 7, Samuel ora a Dios y él envía
truenos que desbaratan a los filisteos. Otros textos poéticos, de
teofanía; Hab 3,11; Is 13; oráculo contra Babilonia. El motivo literario
pasa después a textos escatológicos, como Is 34,4; Joel 3,4; 4,15. Es
decir, la unión de tormenta y fenómenos celestes, o el paso de una a lo
otro, es un hecho literario bien conocido.
También
es sabido que los meteoros son armas del Señor: Eclo 39,29; Job
39,22-23; véase también el texto tardío de Sab 5,17-23. Una tormenta en
aquellos tiempos podía tener valor psicológico o valor táctico
decisivos.
Tampoco
es raro que el hombre en peligro pida a Dios su intervención y éste
responda con la teofanía: Samuel, en el texto citado; David, en Sal 18.
Nuestro autor considera el dato excepcional.
Estos
datos resumidos permiten comprender e interpretar el pasaje sin mayores
quebraderos de cabeza. No siempre fue así, ni mucho menos. Ben Sira
tomó el pasaje a la letra en su canto a los varones ilustres de Israel.
Así
han leído el texto los Padres y los autores medievales, con mentalidad
acrítica. Lo malo fue cuando la mentalidad crítica que se iba imponiendo
tropezó con un dogmatismo ignorante y simplicista. La comisión que
juzgó la obra de Galileo sentenció que su posición era "absurda
filosóficamente y formalmente herética porque contradice aserciones
expresas de la Sagrada Escritura"; a la segunda acusación ya había
respondido Galileo, aconsejado por teólogos o amigos más críticos. Pero
no valió su esfuerzo y, lo que un siglo antes pudo exponer Copérnico en
los jardines del Vaticano, entonces resultó condenado y así siguió por
mucho tiempo.Bajo Benedicto XIV (1740-58) la prohibición no se urgía, en
1822 Pío VII permitió publicar las tesis antes condenadas, en 1835 la
edición del Índice retiró las obras incriminadas. Hoy día estos sucesos
son un recuerdo doloroso, difícil de comprender; han de ser también un
aviso contra los dogmátismos.
10,11 Suena un juego de palabras, habbarad y bahered = con
granizo, con espada. La espada es arma humana, el granizo es arma
divina, como de un hondero celeste. Funciona además la oposición de arma
de cerca, que se empuña, y arma arrojadiza desde lejos.
10,12 * = Cervera.
10,12a
La introducción pone en paralelo un hablar a Dios, quizá por invocación
o súplica, y un pronunciar en voz alta. Sólo nos da el texto de lo
segundo, que no se dirige a Dios, sino que interpela a los astros.
10,12b
Sol y luna representan una concentración celeste, una alianza de
poderes estelares. En el canto de Débora (Jue 5,20), se dice "desde el
cielo combatieron las estrellas". Josué, jefe del ejército israelita,
recaba la alianza de los dos jefes de los escuadrones celestes. Su
colaboración será simplemente la inmovilidad, decisiva para rematar la
victoria.
10,13
Nm 21,14 cita un "libro de las batallas del Señor"; 2 Sm 1,18 cita
nuestro libro sacando de él la elegía por Saúl y Jonatán; el texto
griego de 1 Re 8,53 menciona un "libro de cantares". No sabemos si se
trata de la misma colección o de diversas; el texto hebreo escribe la Y antes de la S,
de modo que se lee "librito del justo": el comentario se fija sólo en
el sol, quieto y sin prisa por entrar. Recuérdese Sal 19,6-7. Ecl 1,5
dice que el sol "jadea por llegar a su puesto". * O: en el libro de
Yaser; cfr. 1 Re 8,53.
10,14 Otro modo de expresar la guerra santa; véanse Ex 14,14.25; Dt 1,30; 3,22 2 Cr 20,29; Sal 35,1.
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