domingo, 7 de enero de 2018

LOS GRANDES TERRORES DEL AÑO 1.000.



 
A medida que se acercaba el año 1000 crecía entre la población el temor al fin del mundo. Un texto, tomado del Apocalipsis de San Juan, auguraba su destrucción a manos de Satanás cuando llegase el cambio de milenio. Si al de por sí hermético texto se añade la confusión de fechas que regían en aquel momento para el cambio de año, resultaba realmente peliagudo saber en qué día hombres, animales y demás pobladores de este mundo mortal caerían bajo el poder del ángel demoníaco. En las Islas Británicas la entrada del nuevo año se celebraba el 25 de marzo, al igual que se hacía en Florencia; el Año Nuevo llegaba a Francia en el domingo de Resurrección; los venecianos lo celebraban el 1 de marzo, mientras que bizantinos y calabreses creían que 1 de septiembre era la fecha indicada para este evento.

El pavor existía en toda Europa, y el caso no era para menos, pues una serie de hambrunas continuas, plagas y enfermedades se abatieron sobre el continente, de manera que todo se interpretó como un castigo divino, antesala de la anunciada destrucción. La gente se agrupaba en las iglesias gimiendo de miedo, implorando el socorro de los cielos, mientras los monjes vagabundeaban por campos y ciudades invitando a la mortificación y las más duras penitencias para frenar la cólera del Todopoderoso. Fue una época cruel y oscura en la que se temía tanto perder el cuerpo como perder el alma. 

Como nunca faltan agoreros y "'profetas" que gustan de tener protagonismo en momentos tan duros aprovechándose de la credulidad de las gentes, un monje rebelde, Paul Glaber, se dedicó a fomentar los temores que ya existían. Por lo visto la debacle mundial estaba claro que llegaría en el primer día de año 1000. Pero como el mundo en ese día no acabó se dio un margen de, nada menos, que 33 años para el exterminio total haciendo una cuenta a partir de la muerte de Jesucristo. El tiempo fue pasando y los atemorizados pobladores vieron que todo seguía, poco más o menos igual, y los terrores comenzaron a dispersarse y una eclosión de vida surgió de la fatídica fecha. 

Un personaje curioso que tuvo mucho que ver y que sufrir en relación con la situación del cambio de milenio fue el papa Silvestre II, el primero de origen francés. Hombre de gran cultura y admirador de las ciencias árabes, fue tachado por los clérigos, oscurantistas e ignorantes, de cultivador de la magia, alquimista y siervo de Satanás. Incluso algunos decían que había conseguido la tiara pontificia mediante un pacto con el diablo. Para colmo de males, siendo monje el ahora Papa Silvestre había leído el Tratado del Anticristo, escrito en 954 por Adron en el que se pronosticaba el fin del mundo para cuando todos los reinos de la tierra se hubieran separado del antiguo Imperio Romano. 

En un intento de espantar tantas habladurías y tantos miedos apocalípticos intentó convencer al rey Otón III para reunificar el viejo Imperio. 

A este Papa le tocó vivir la noche de fin de año del 999, y según cuenta Ortega y Gasset, que dedicó al suceso una tesis doctoral, la contempló junto al emperador. Cuando en el cielo aparecieron las estrellas, tuvo la seguridad de que un mundo no iba a acabarse, al menos en esa noche. El firmamento, el signo de Dios, surgió esa noche como otra cualquiera, los miedos podían ahuyentarse ... y San Silvestre se celebrará ya por siempre en la noche del 31 de diciembre al 1 de enero. 

Hace poco que hemos entrado en el tercer milenio de la era cristiana, año más año menos, porque el calendario del que partimos sigue siendo un poco aleatorio, y parece que el día del Juicio Final sigue en lista de espera. 

Pero ahora que el hombre domina la técnica y la ciencia, cuando ha llegado a la luna, conoce el por qué de muchas enfermedades, puede clonar seres vivos y un largo etcétera de adelantos le han facilitado la vida y le han dado a conocer muchas de las causas que aterrorizaban a nuestros ancestros, la llegada del nuevo milenio no ha estado exenta de alguno de los viejos temores. Cuando se acercaba la fecha de entrada en el año 2000 han surgido en muchos lugares del mundo sectas milinaristas que también auguraban el fin del mundo. Algunos creían que habitantes de otros planetas iban a rescatar a unos pocos elegidos para llevarlos hacia un lugar idílico, fuera del planeta Tierra, otros se han suicidado pensando que el llamado "efecto 2000", transmutaría la vida y obra de los ordenadores que rigen casi todos los aspectos de la sociedad y que devendría un caos tan grande que era mejor no llegar a contemplarlo ... Habían pasado 1.000 años, todo había cambiado ... pero el hombre todavía albergaba en su interior el miedo ante lo desconocido, ante los grandes sucesos que se escapan a su control como son el paso de los días y el transcurrir del tiempo.

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