Venus de Willendorf, en Austria.
Venus Dolní-Vestonice, en Chequia.
En las sociedades paleolíticas europeas, desde los Pirineos hasta Siberia -todavía no se han hallado en la península ibérica-, un objeto común entre las obras de arte son las llamadas "Venus", unas esculturas que representan el cuerpo de una mujer y que se denominaron así al creerlas el ideal de belleza prehistórico. Una de las más famosas, la austriaca Venus de Willendorf, apareció en lo alto de un montón de piedras, por lo que se la consideró una estatua de culto. Ello, junto con sus abundantes volúmenes carnosos (esteatopigia) y una evidente intención de marcar los órganos genitales y los senos, dio lugar a que se creyeran imágenes de la diosa madre, la protectora de la fecundidad de animales y humanos. Pero la mayor parte de estas estatutas, hechas en hueso, asta o marfil -alguna hay en piedra o en barro-, aparecieron en lugares de habitación y no en enterramientos ni en espacios asociados a santuarios, por lo que hoy se las considera como objetos artísticos sin utilidad práctica, sin posibilidad de entender su significado, al menos de momento.
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