En The Muth of Monogamy, la psiquiatra
Judith Lipton y el psicólogo David Barash cuestionan que la fidelidad
sea algo más que una convención. Según ellos, muchas culturas
poligámicas -y bastantes poliándricas, aunque menos- demuestran que la
naturaleza humana admite más tipos de relaciones que el amor entre dos.
En su libro cuentan que entre los animales casi no hay monogamia sexual. Algunas especies, sobre todo las aves, son socialmente monógamas, pero ninguna sexualmente fiel.
Desde el punto de vista evolutivo, a los machos les conviene esparcir al máximo sus espermetazoides.
Por eso, sus cuerpos -incluidos sus hormonas y cerebros, base de su conducta- están hechos para la promiscuidad: los machos de casi todas las especies se excitan con facilidad ante estímulos novedosos.
Lipton y Barash afirman que a las hembras les pasa algo similar en especies como la nuestra, lo que explicaría los rasgos físicos que parecen destinados a que las mujeres consigan muchas parejas sexuales.
En su libro cuentan que entre los animales casi no hay monogamia sexual. Algunas especies, sobre todo las aves, son socialmente monógamas, pero ninguna sexualmente fiel.
Desde el punto de vista evolutivo, a los machos les conviene esparcir al máximo sus espermetazoides.
Por eso, sus cuerpos -incluidos sus hormonas y cerebros, base de su conducta- están hechos para la promiscuidad: los machos de casi todas las especies se excitan con facilidad ante estímulos novedosos.
Lipton y Barash afirman que a las hembras les pasa algo similar en especies como la nuestra, lo que explicaría los rasgos físicos que parecen destinados a que las mujeres consigan muchas parejas sexuales.
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