De las tierras orientales donde combatían trajeron los caballeros templarios la inspiración de construir sus templos en forma circular, imitando la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. Esta disposición supuestamente facilitaba la defensa del edificio, aunque otras teorías la han visto como una críptica representación de la enigmática y sincrética simbología de la religiosidad templaria. Con el nombre de Charola se conoce el mejor ejemplo conservado de este tipo de construcción, que se halla integrada en el Convento de Cristo de Tomar, en Portugal. Originaria de finales del siglo XII, está sujeta por ocho pilares entre los cuales se celebraban los oficios, rodeados por un deambulatorio en el que supuestamente se disponían los caballeros montados en sus caballos. Serían, se decía, los únicos mortales que podían adorar a Dios durante la misa sin arrodillarse.
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