Se trata del PAPA MARTIN I. (649-653) y la causa de sus desgracias fue condenar en un concilio a los llamados "monotelistas" (MONOTELISMO.) -los que creían en que Jesucristo no había tenido voluntad humana, solamente voluntad divina-. Martín I no tuvo en cuenta que el emperador de Constantinopla, CONSTANTE II. era un fiel seguidor de esa creencia y, como era lógico, en cuanto se enteró de que el Papa había promulgado aquella condena mandó a su ejército para que lo apresaran.
A Martín I lo detuvieron y lo trasladaron hasta Constantinopla como si de un preso se tratara. El viajecito duró catorce meses y durante todo aquel tiempo el Papa fue torturado, vejado y humillado, se le alimentaba lo justo y no se le daba apenas agua. Una vez en su destino, lo expusieron en público para que el pueblo se burlara de él sin prever que fuera a provocar el efecto contrario: la gente quedaba admirada de la entereza con la que Martín I llevaba su sufrimiento.
Finalmente fue juzgado por un tribunal de herejes que no le permitió ni siquiera defenderse. Lo encarcelaron durante tres meses pero gracias a la intercesión del patriarca arzobispo de Constantinopla lo enviaron al destierro, donde fallecería poco después debido a las lamentables condiciones físicas en la que se encontraba.
Martín I fue santificado con posterioridad y se lo honró como el último Papa martirizado.
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