Algunas novias no debían oler todo lo bien que se esperaba y por eso llevaban flores que camuflasen su olor en un día tan importante. Este es el origen de los ramos de novia.
El abanico se creó para dar tregua a las narices medievales y dispersar así el olor. Los más pobres se abanicaban a sí mismos; y los más pudientes tenían quien les abanicase.
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