O más bien por las Juntas de Fe, que era la forma que tenía la Iglesia de condenar a algún hereje ya que la Inquisición, aunque seguía existiendo, ya no podía ejecutar a ningún infiel.
El condenado se llamaba Cayetano Ripoll y era un maestro de escuela. Su terrible herejía consistió, según el tribunal, en no llevar a sus alumnos a misa y cambiar una frase en las oraciones que los pequeños realizaban en clase. "Ave María" lo sustituyó por "las alabanzas pertenecen a Dios". Esas faltas tan graves lo llevaron el 31 de julio de 1826 a la hoguera, o más bien a la horca. Lo situaron sobre un barril en el que habían pintado unas llamas simulando la hoguera) con la soga rodeando el cuello, una vez tensa la cuerda lo empujaron y acabaron con su vida.
Sería el último ejecutado por la Inquisición española, que se suprimió de manera definitiva en nuestro país el 15 de julio de 1834. Todas las posesiones y los bienes de este tribunal pasaron al poder del Estado.
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