
Para entendernos, España tiene actualmente nueve fiestas nacionales, a las que cada comunidad puede añadir dos más y cada pueblo otras dos, siempre y cuando no pasen en total de catorce al año. A estas catorce se añaden losdomingos, lo que se traduce en sesenta y un días festivos. Pues resulta que en el siglo XIX en España había noventa y un fiestas de guardar, treinta más que ahora, y a las que luego había que añadir fiestas extraordinarias, rogativas para que lloviera y alguna otra que se le antojaba al obispo de turno y que se imponía por el artículo 33. ¿Qué pasaba? Que en este país no se trabajaban tres días seguidos.
Ni había forma de gobernar, porque losfuncionarios se tomaban todas las fiestas, ni la productividad era la deseada en comercios y fábricas. Y como las fiestas eran de las llamadas «de guardar», impuestas por la Iglesia, eran obligatorias.

Pío Nono ya redujo las festividades a petición del gobierno español en 1867. Pero luego llegó Pío X aquel 23 de julio y las redujo tanto que se pasó. Quitó la del Corpus, la de la Purificación, la de la Anunciación del 15 de agosto, la de la Natividad de la Virgen, la de San José y la mayoría de las fiestas locales. Por supuesto, ni Dios le hizo caso, porque, por ejemplo, en Valencia, consideraron que una cosa era reducir fiestas y otra muy distinta que les birlaran las de San Vicente y San José.
Los valencianos hubieran sido capaces de organizar una cremá en el Vaticano antes de consentir que les quitaran las Fallas.
NIEVES CONCOSTRINA.
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