Aunque este refrán suele emplearse
para describir un desacertado comentario verbal, aquí está tomado al pie de la
letra y nos viene muy bien para relatar la siguiente historia.
El príncipe Siddharta, que luego
sería conocido como Buda, nació en el año 563 a.C. en el pequeño reino de su
padre Shakya. Su madre murió al poco de nacer él y el rey procuró evitar a su
vástago cualquier experiencia desagradable en su educación. En la actualidad se
asegura que Siddharta era de origen tibetano-mongólico, no ario como tantas
veces se ha dicho.
El príncipe creció rodeado de
comodidades y a los 16 años se casó con Yashodara, posiblemente prima suya. Su
mujer parece que le amó y se entregó a él en cuerpo y alma, y esta entrega le
ocasionó la muerte ya que se cree que fue víctima de las pasiones espirituales
de su esposo. El descubrimiento de la vida Lo que en cualquiera hubiera sido un
motivo de alegría, fue causa de angustia para el joven padre que abandonó el
palacio y en él a su esposa y a su hijo.
Decidió convertirse en un mendigo
en Magadha, un reino que era enclave de numerosas escuelas místicas. A pesar de
que las estudió todas, desde el nihilismo al materialismo o al fatalismo, ninguna
le satisfizo y decidió emprender su propio camino sometiéndose a una ascesis solitaria
tan rigurosa que a punto estuvo de costarle la vida y que prolongó por espacio
de seis años según algunos y diez según otros. Se decidió a cambiar si no
quería perecer en el intento. Se bañó para desprenderse de la suciedad
acumulada durante los largos años de ascesis y se confeccionó una túnica con un
pedazo de tela que envolvía el cadáver de una joven, e incluso tomó la decisión
de comer. Una mujer le ofreció un tazón de arroz con leche y miel y alimentado
de manera tan frugal marchó hacia la ciudad de Gaya. En el camino se sentó a
descansar y meditar y a la sombra de un árbol, experimentó la sensación de
sentirse iluminado, como si participara de la esencia del espíritu. Desde
entonces se convirtió en Buda, o sea, el Iluminado.
La religión budista no es una religión
sin dios como se ha dicho en multitud de ocasiones.
Buda tomó elementos de religiones
ya existentes y creía en multitud de dioses y demonios, como es común en las
creencias orientales. Para Suda la gran verdad es el dolor. Del dolor se puede
escapar mediante el conocimiento de las Cuatro Verdades: todo es dolor, el dolor
arranca del deseo, la liberación del dolor sólo puede lograrse cuando uno se
desprende de los apetitos.
La extinción de los apetitos se produce por el Óctuple
Sendero, que implicaba la visión, el pensamiento, la palabra, la actividad, los
medios de vida, el esfuerzo, la atención y la concentración correcta. La meta
del budismo es alcanzar el Nirvana, un concepto que no debe identificarse
solamente con la unión al Absoluto, sino sólo con la aniquilación total.
En un principio Buda dudó en predicar
su nueva doctrina, pero finalmente reunió a algunos discípulos y fundó una
comunidad monástica cerca de Benarés. Como casi todas las religiones la mujer
era considerada por Suda como la "animalidad encarnada" y con muy pocas
posibilidades de alcanzar el famoso Nirvana, pero uno de sus discípulos, Ananda,
le convenció
para que permitiera la creación de un monacato femenino con normas diferentes
al mascuino y sujeto a él.
El budismo comenzó a extenderse con
dificultades, con rechazo algunas veces y con aceptación en otras, pero a la
muerte de Suda estaba en clara expansión y hoy se cuentan por
millones los adeptos a esta religión que parece que conoce un nuevo auge en las
sociedades
occidentales, especialmente en Norteamérica.
Los últimos años de Buda se vieron
amargados por los numerosos cismas que sufrió su recién creada religión.
Notando que su vida se acababa decidió emprender un viaje hacia su solar patrio
y durante este viaje se produjo su óbito de forma un tanto particular. Un herrero
le dio hospitalidad y en su deseo de proporcionarle lo mejor le ofreció un plato
de carne de cerdo.
Suda, que hacía años que no probaba la carne y siempre predicó las virtudes de la
dieta vegetariana, lo comió tal vez por complacer a su anfitrión, y la carne
causó estragos en aquel organismo que no estaba habituado a las proteínas
animales. Y allí empezaron los vómitos y las diarreas que acabaron con él en
poco tiempo. Sus discípulos a punto estuvieron de matar al pobre herrero pero
Suda lo impidió. Según la leyenda su cuerpo fue envuelto en 500 telas de
algodón y lana, pero lo más seguro es que siguiendo la tradición fuera incinerado.
I Y así Buda alcanzó el Nirvana, por
comer algo tan poco espiritual como la carne de cerdo!