
La Piedra de Rosetta se descubrió de una manera muy tonta. Estaban los franceses en una de las suyas, invadiendo Egipto, cuando se pusieron a cavar trincheras en un lugar conocido como Rosetta. Un soldado dio con el pico en una piedra muy dura de metro y pico de alto por setenta y dos centímetros de ancho. Cuando la sacaron, vieron que había tres bloques de texto escritos de tres formas distintas: el de arriba, en caracteres jeroglíficos; el del medio, en demótico, que era la escritura posterior que usaron los egipcios; y el de abajo, en griego.
El texto resultó ser una sentencia del rey Tolomeo escrita de tres formas distintas, y puesto que dos de las lenguas se conocían, ya sería fácil trasladar a lenguaje común los búhos, las plumas y los ojos. Pero para hacer la traducción hizo falta que un joven cerebrito francés,]ean Prancois Champollion, experto en multitud de lenguas desde muy jovencito, se dejara los ojos en descifrar la Piedra de Rosetta hasta enunciar los principios que regían la escritura jeroglífica.
Fue él quien descubrió que los signos se correspondían con una letra, con un grupo de letras o con un ideograma; o sea, con un dibujo que representaba exactamente lo figurado. Es decir, si pintaban una vaca, significaba eso, vaca. Pero como los egipcios mezclaban dos plumas, una garrota y la vaca, ya no se sabía qué querían decir sobre la vaca. Champollion logró descifrarlo signo a signo y el mérito de tan importante descubrimiento se lo llevaron los franceses. Ahora bien, ¿por qué la Piedra de Rosetta está en el Museo Británico, si la encontraron los franceses?
Pues porque los ingleses echaron a los franceses de Egipto y se quedaron con la Piedra.
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