Fray Luis de León aguantó con paciencia de místico los casi cinco años de cautiverio que le impuso la inquisición, hasta que el 11 de diciembre de 1576 salió de la cárcel de Valladolid absuelto de todo delito y de todo pecado. Le acusaron por dos tonterías,y como con la Inquisición todo el mundo era culpable mientras no se demostrara lo contrario, defender su inocencia le costó lo dicho, casi cinco años. Cuando recuperó su cátedra, se dirigió a sus alumnos con la famosa frase "Decíamos ayer...". Y les dejó a todos con un pasmo, porque esperaban que Fray Luis al menos les cotilleara todo lo relativo a su cautiverio. Él ni se inmutó. Volver al lugar exacto donde lo había dejado años antes era su particular triunfo contra la maldad humana.
La envidia y las constantes rencillas entre dos órdenes religiosas fue el móvil del encarcelamiento. Fray Luis era agustino, y los agustinos se llevaban fatal con los dominicos. En la Universidad de Salamanca trabajaba Fray Luis de León como catedrático de Teología, y en la misma universidad enseñaba un dominico muy envidioso de nombre fray Bartolomé de Medina, que no soportaba que el agustino Fray Luis escribiera muy bien, enseñara mejor y fuera muy admirado por sus alumnos.
¿Qué hizo el dominico? Denunció a Fray Luis. Primero, como presunto traductor al castellano del Cantar de los Cantares, de Salomón, que como estaba considerado un texto sagrado tenía prohibida la traducción a lengua Vulgar. Sacrilegio. Y la segunda denuncia era porque, supuestamente, Fray Luis defendía el texto escrito en hebreo del Antiguo Testamento, cuando la Iglesia solo aceptaba la traducción latina de la Biblia, la Vulgata. En la época de Fray Luis, cualquier cosa que oliera a judío te llevaba a la cárcel de cabeza, así que sólo faltó, encima, que alguien dejara caer, así, como quien no quiere la cosa, que el fraile tenía un abuelo judío. Fue la puntilla para que el catedrático acabara siendo sospechoso de herejía.
Fray Luis escribió en su encierro el famoso verso que empezaba "Aquí la envidia y la mentira me tuvieron encerrado", el mismo que terminaba considerando dichoso al que por la vida pasa, "ni envidiado ni envidioso".
ODA XXIII - A LA SALIDA DE LA CÁRCEL
Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y con pobre mesa y casa
en el campo deleitoso
con sólo Dios se compasa
y a solas su vida pasa
ni envidiado ni envidioso.
NIEVES CONCOSTRINA.
HISTORIAS DE LA HISTORIA.
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