INOCENCIO III. (1198-1216) ha sido uno de los Papas más sangrientos y déspotas de la historia y ningún otro se ha creído tan importante como él mismo. De hecho, en el sermón que pronunció en su propia coronación Inocencio se refirió de este modo a sí mismo: "Ahora pueden ver quién es el siervo que es puesto sobre la familia del Señor; verdaderamente es vicario de Jesucristo, el sucesor de Pedro, el Cristo del Señor; puesto en el medio entre Dios y el hombre, de este lado Dios, pero más allá del hombre, menos que Dios, pero más que el hombre; quien juzga a todos pero no es juzgado por nadie".
Muchos fueron los inocentes que cayeron bajo su mandato. Inocencio impulsó la Cuarta Cruzada a Tierra Santa en 1202, en la que se saquearon y destruyeron enclaves cristianos como Zara, Hungría o Constantinopla, y también el que obligó por ley a los judíos a vivir en guetos y a usar un símbolo amarillo para que fueran distinguidos (lo que posteriormente utilizarían los nazis durante la Segunda Guerra Mundial).
Pero quizá uno de sus peores erroes fue acabar con los Cátaros que en aquel momento significaban la mitad de la población del Languedoc, situada al Sur de Francia. Los Cátaros eran un pueblo pacífico y respetuoso. Se consideraban buenos cristianos y no creían en la pena de muerte pero se oponían a ser dominados por la Iglesia Católica y eso para un Papa como Inocencio III, que se creía el dueño del universo, significó una obsesión.
Realizó todo tipo de artimañas para juzgarlos, condenarlos y acabar con ellos. La mayoría murieron en la hoguera y durante años se los persiguió hasta que se acabó con todos ellos. En total, más de un millón de "hombres buenos" fueron aniquilados bajo los mandatos de la Iglesia romana.
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