No es fácil encontrar una ciudad tan antigua y con tal número de destrucciones y reconstrucciones sucesivas. Estuvo ocupada desde el Calcolítico, hace 5.000 años. Se supone que la colina sobre la que se asienta fue el monte donde Yavé pidió a Abraham que sacrificase a su hijo. Antes se llamaba Jebús, y era capital del pueblo de los jebuseos. El rey David la conquistó, hizo de ella su capital y la llamó Salem, la ciudad perfecta. Su hijo Salomón la convirtió en sede del gran Templo. En el siglo VI, el ejército de Nabucodonosor destruyó la metrópoli y el Templo. Se reconstruyeron. Luego llegaron los romanos y bajo el reino de Herodes la embellecieron y ampliaron. Fue en esa época de esplendor cuando Jesucristo fue crucificado en la colina del Gólgota, junto a la urbe. Treinta años después, los judíos se alzaron contra Roma y el emperador Tito la destruyó completamente.
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