Hubo un período en la historia en el que tener barba podía conllevar quedarse sin los bienes materiales y ser expulsado de la Iglesia.
El PAPA LEÓN III.(795-816) promulgó la nueva disposición, que pretendía de este modo alejarse lo más posible de la estética de los clérigos y los sacerdotes griegos. Con posterioridad también el PAPA GREGORIO VI. (1045-1046) promulgó una bula papal que ordenaba el afeitado de todos sus sacerdotes y castigaba al que no cumpliera la norma. Incluso los fieles cumplieron los designios de sus mandatarios y acudían afeitados a la iglesia.
Los mandatarios eclesiásticos recobraron la cordura a partir del siglo XV, cuando esta absurda norma fue aboolida e incluso algún Papa se dejaría crecer, tiempo después, una venerable barba.
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