A finales del siglo XVI el café se había puesto de moda entre la población italiana que saboreaba la infusión convirtiéndola en casi imprescindible en todos los hogares. La Iglesia de Roma comenzó a ver con malos ojos este disfrute e intentó que el PAPA CLEMENTE VIII. (1592-1605) aboliera y prohibiera su consumo considerando aquel maléfico brebaje como la bebida de satanás.
Antes de tomar una decisión tan importante Clemente VIII solicitó que se le sirviera una taza de aquella infusión prohibida por el clero. El Papa degustó aquella bebida lentamente y al terminarla hizo una mueca de satisfacción. A continuación aseguró que sería un pecado que sólo los infieles pudieran disfrutar de bebida tan reconfortante, por lo que propuso bendecirla para que, a partir de ese momento, todos los cristianos creyentes pudieran consumirla con libertad.
Puede que los italianos tengan fama de "buenos cafeteros" precisamente a partir de aquella bendición papal.
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