Dentro de esa faceta esotérica de Felipe II también deberíamos destacar esa extraña obsesión por adquirir todas las obras que pudiera del famoso pintor flamenco: El Bosco.
En 1570 compró el cuadro bautizado como El carro de heno,
que observaba durante horas. Más tarde conseguiría el famoso cuadro de El jardín de las delicias
o La mesa de los pecados capitales,
que lo acompañó durante los últimos momentos de su vida. Algunos estudiosos han apuntado la posibilidad de que el rey perteneciera a alguna sociedad secreta herética.

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