miércoles, 21 de noviembre de 2018

LA MUJER QUE SIGUIÓ A JESÚS.


María MagdalenaAsí, entre los Manuscritos de Nag Hammadi (textos gnósticos cristianos de los siglos II-IV), hay varios que mencionan a un personaje al que denominan Mriam o Mariamme, que los críticos mayoritariamente piensan que es la Magdalena, aunque ha sufrido ya un proceso de simbolización y mezcla con otras Marías.
Junto a estos, existen otros escritos de procedencias variopintas y afiliaciones ideológicas diversas. Algunos se acercan más a lo que se ha denominado gnosticismo, otros al encratismo, otros muestran más bien ideas estoicas, neoplatónicas o maniqueas. Cabe mencionar el Evangelio de María, la Pistis Sofía, la Sabiduría de Jesucristo, el Evangelio de Felipe, el Diálogo del Salvador, las Cuestiones de María, los Hechos de Felipe, los Salmos maniqueos, el Evangelio de Pedro, la Epístola Apostolorum y los Hechos de Pilatos.
Además de la simbología que utilizan, sus sistemas filosóficos los hacen especialmente difíciles y en ningún caso pueden ser interpretados literalmente. Por ejemplo, el Evangelio de Felipe dice que Jesús “la besaba en la boca”, lo que le daba la fecundidad espiritual de la sabiduría. La interpretación y el mensaje se hacen más profundos al tener en cuenta que esta y otras obras presentan a María Magdalena como la discípula gnóstica perfecta, con pleno conocimiento, el álter ego de Jesús, su “compañera”, quien lo entiende, la que ha recibido la revelación...
En algunos de estos escritos se puede ver una cierta rivalidad entre las figuras de Pedro y María Magdalena o entre ésta y María de Nazaret, una alusión probable a diferencias y controversias entre grupos e interpretaciones del mensaje dentro del cristianismo aún en formación: la memoria de las figuras de primera hora se usó para legitimar o deslegitimar ciertas posturas.
Sabemos por los textos de Hipólito, Orígenes, Irineo o Tertuliano que algunos grupos apelaban a las figuras de estas primeras discípulas para legitimar ciertas prácticas y posturas doctrinales. Dice Tertuliano (siglos II-III): “Estas mujeres herejes, ¡cuánta audacia! No tienen modestia. Son lo suficientemente intrépidas para enseñar, argumentar, hacer exorcismos y curaciones, y puede que incluso bautizar”. La figura de María Magdalena y su memoria fueron usadas, así, para justificar el liderazgo femenino y su derecho a enseñar, como puede verse en el Evangelio de María o en la Pistis Sofía.
Pero el nombre, la autoridad y la memoria de María Magdalena también los utilizaron sectores de la corriente eclesial mayoritaria y oficial para justificar la exclusión de las mujeres del ámbito directivo y organizativo, en una institución que estaba pasando de lo doméstico a lo público/político y se encontraba con unos esquemas culturales que definían cómo debían ser los papeles de género en ella.

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