Una de las poderosas razones del Opus Dei para escalar altas cimas en Roma fue convertirse en los nuevos "banqueros de Dios". Sus ambiciones son claras: conquistar la Iglesia católica, aunque sus miembros aseguren que solo buscan el camino hacia la santidad.
Uno de sus más aplaudidos logros fue conseguir que Juan Pablo II les otorgara en 1982 el estatuto de Prelatura Personal. "Haciendo uso de todos los medios posibles, Wojtyla ha alentado la organización secreta reaccionaria política y teológica propia de la España de Franco, el Opus Dei, que se ha visto envuelto en escándalos relacionados con bancos, universidades y gobiernos.
Esta organización ha mostrado rasgos medievales y contrarreformistas, y este papa, la ha liberado de la supervisión papal y ha "beatificado" a su no muy ´santo´ fundador", aclara el teólogo Hans Küng.
Desde que consiguieron el beneplácito de Juan Pablo II, los opusdeístas se han movido en la cúpula vaticana con total libertad de acción, manteniendo una pugna inmensa contra los jesuítas, sus máximos rivales debido a su corte progresista, y apoyando a los prelados ultraconservadores.
"La hostilidad que sentía Escrivá hacia la Compañía de Jesús se reflejaba en un discurso victimista, cuando decía que le había hecho mucho mal a la Obra", señala Jesús Ynfante, quien cuenta que el fundador del Opus Dei llegó a decir en una ocasión: "Prefiero mil veces que una hija mía muera sin recibir los santos sacramentos, antes de que le sean administrados por un jesuita".
Lo cierto es que los ex miembros hablan de Opus Dei en términos de peligrosa secta reaccionaria cuyo único fin es obtener dinero y poder. Por eso, además, su filtración entre la clase política es patente.
"Así trabajan las sectas: ofrecen un marco simple donde resguardarse de un mundo complejo. Solo debes rezar mucho, hablarlo todo con tu director espiritual, llevar el cilicio y darles tu dinero. Si lo haces, estás en el camino de la santidad", asegura el historiador Michael Walsh.
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