Así como el lugar de nacimiento de María tiene distintas teorías y versiones, Belén, Nazaret, Jerusalén o Séforis, también el lugar en donde pudieron haber transcurrido sus últimos días genera teorías diversas y controversia.…
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CASA DE LA VIRGEN MARÍA EN ÉFESO.
SEPULCRO DE LA VIRGEN MARÍA.
La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen María es intrínseco al culto cristiano desde los tiempos mas remotos; pero también, en la religión musulmana, María tiene un lugar especial en las prácticas devocionales, por ser un modelo de pureza y perfección.
Como suele suceder en diversos puntos de la historia, las versiones sobre los últimos días de la Estrella del Mar, no son comprobables ni contundentes desde un punto de vista científico. La tradición juega un papel fundamental, pero cuando la evidencia apunta en varias direcciones y tradiciones, con igual valor comprobatorio entre sí, no puede llegarse fácilmente a alguna conclusión definitiva.
El Magisterio de la Iglesia, solo nos señala que María fue ascendida en cuerpo y alma a la Gloria Eterna al terminar su vida terrenal. No niega su mortalidad, ya que este hecho no niega directamente la Asunción, pero tampoco la afirma.
Diversos documentos históricos nos hablan de una veneración antiquísima de su tumba, en Jerusalén, específicamente en Gethsemaní (Valle de Cedrón), en donde se edificó un santuario, y posteriormente la Iglesia de la Asunción, pero también existen otros documentos en donde se señala la tradición de que María siguió a San Juan Evangelista hasta Éfeso, (Actualmente Selzuk Turquía) en donde se le edificó desde el siglo II un santuario, en donde hoy supuestamente se venera su casa, “Panaya Kapolu”, en la colina de Meryen Ana Evi, y más abajo, en Éfeso, en el Siglo IV una basílica por los latinos. Hoy en día en los restos de esa ciudad pueden verse las ruinas de la Basílica de Santa María, la Iglesia y la tumba de San Juan.
Lo que es innegable es que en el siglo primero, los cristianos residentes de Jerusalén sufrieron una gran persecución, y por lo tanto, es muy probable que Juan y María tuvieran que refugiarse en otra ciudad, durante algún tiempo.
Analicemos los principales argumentos y evidencias a favor y en contra de estas dos posibilidades:
En cuanto a la tradición, existe cierto testimonio sobre la residencia temporal de María en o cerca de Éfeso, pero es mucho más fuerte la evidencia de su hogar permanente en Jerusalén.
Argumentos a favor de Éfeso:
La residencia de María en Éfeso se basa en las siguientes pruebas:
1. En un pasaje de la carta sinodal del Concilio de Éfeso (1) se puede leer: “Por esta razón también Nestorio, el instigador de la herejía impía, cuando hubo llegado a la ciudad de los efesios, donde Juan el Teólogo y la Virgen Madre de Dios Sta. María, alejándose por su propia voluntad de la reunión de los santos Padres y Obispos…” Dado que S. Juan había vivido en Éfeso y había sido enterrado allí (2), se ha deducido que la elipsis de la carta sinodal significa bien “donde Juan… y la Virgen…María vivieron” o bien “donde Juan…y la Virgen…María vivieron y están enterrados”.
2. Bar-Hebraeus o Abulpharagius, un obispo jacobita del siglo XIII, relata que S. Juan se llevó consigo a la Bienaventurada Virgen a Patmos, después fundó la Iglesia de Éfeso y enterró a María en un lugar desconocido (3).
3. Benedicto XIV (4) afirma que María siguió a S. Juan hasta Éfeso y allí murió. Tuvo también la intención de eliminar del breviario aquellas lecciones donde se mencionaba la muerte de María en Jerusalén, pero murió antes de llevarlo a cabo.
4. La residencia temporal y la muerte de María en Éfeso están apoyadas por escritores tales como Tillemont (6), Calmet (7), etc.
5. En Panaya Kapolu, en una colina a unas nueve o diez millas de Efeso, se descubrió una casa, o más bien sus restos, en la que se supone que vivió María. La casa fue buscada y hallada siguiendo las indicaciones proporcionadas por Catharine Emmerich en su vida de la Bienaventurada Virgen.
6. La casa encontrada en Panaya Kapolu tiene algún valor en cuanto que está relacionada con las visiones de Catharine Emmerich. La distancia hasta la ciudad de Éfeso da lugar a una suposición contraria a que fuera la casa del apóstol S. Juan. El valor histórico de las visiones de Catharine no es admitido universalmente. Monseñor Timoni, Arzobispo de Esmirna, escribe, refiriéndose a Panaya Kapolu: “Cada uno es completamente libre de tener su propia opinión”. Finalmente, la concordancia entre las condiciones de la casa en ruinas de Panaya Kapolu y la descripción de Catharine no prueban necesariamente la verdad de su afirmación en cuanto a la historia del edificio (10).
7. En una carta enviada en el 431 por los miembros del Concilio de Éfeso al clero de Constantinopla leímos que Nestorius “alcanza la ciudad de Éfeso donde Juan el teólogo y la Madre de Dios, la Santísima Virgen, fueron separados de la asamblea de Padres sagrados”, etc. Tillemont completó la elíptica frase agregando arbitrariamente “tienen sus tumbas”. El fue seguido por unos pocos escritores. De acuerdo a las meditaciones de la Hermana Catharine Emmerich (fallecida 1824), compilada y publicada en 1852, la Sagrada Virgen muere y fue sepultada no en Éfeso, sino tres o cuatro leguas al sur de la ciudad. Ella es seguida por aquellos quienes aceptan sus visiones o meditaciones como revelaciones divinas. Además, Santa Brígida relata que al tiempo de su visita a la Iglesia de Gethsemane, la Sagrada Virgen se le apareció y le hablo de su estadía de tres días en aquel lugar y de su Asunción al Cielo. Las revelaciones de la Ven. Maria d’Agreda no contradicen aquellas de Catharine Emmerich.
Argumentos en contra de Efeso
Estos argumentos a favor de la residencia o enterramiento de María en Éfeso no son irrebatibles, si se los examina más detenidamente.
1. La elipsis de la carta sinodal del Concilio de Éfeso puede ser completada de forma que no implique dar por sentado que Nuestra Señora vivió o murió en Éfeso. Dado que en la ciudad había una doble iglesia dedicada a la Virgen María y a S. Juan, la frase incompleta de la carta sinodal puede terminarse de forma que diga, “donde Juan el Teólogo y la Virgen María tienen un santuario”. Esta explicación de dicha frase ambigua es una de las dos sugeridas al margen del Collect. Concil. de Labbe (1.c) (8).
2. La palabra de Bar-Hebraeus contiene dos afirmaciones inexactas: S. Juan no fundó la Iglesia de Éfeso, ni tampoco llevó consigo a María a Patmos. S. Pablo fundó la Iglesia de Éfeso, y María había muerto antes del exilio de Juan en Patmos. No sería sorprendente, por tanto, que el escritor se equivocara en lo que dice sobre el enterramiento de María. Además, Bar-Hebraeus vivió en el siglo XIII; los escritores más antiguos hubieran estado más preocupados acerca de los lugares sagrados de Éfeso; mencionan la tumba de S. Juan y la de una hija de Felipe (9), pero no dicen nada sobre el lugar donde está enterrada María.
3. En cuanto a Benedicto XIV, este gran pontífice no pone tanto énfasis sobre la muerte y sepultura de María en Éfeso cuando habla de su Asunción a los cielos.
4. Ni Benedicto XIV ni otras autoridades que apoyan los argumentos a favor de Éfeso proponen ninguna razón que haya sido considerada concluyente por otros estudiosos de este asunto.
5. Nunca hubo una tradición que conecte la muerte de Maria y su sepelio con la ciudad de Éfeso. Ningún escritor o peregrino hablo de su tumba como estando allí; en el siglo trece Perdicas, protonotario de Éfeso, visito “la gloriosa tumba de la Virgen en Gethsemane”, y lo describe en su poema (P.G., CXXXIII, 969).
Argumentos contra Jerusalén
Se esgrimen dos consideraciones contrarias a la residencia permanente de Nuestra Señora en Jerusalén:
Se ha señalado ya que S. Juan no se quedó permanentemente en la Ciudad Sagrada; segundo, se dice que los judíos cristianos dejaron Jerusalén durante los periodos de persecución judía (cf. Hechos 8:1; 12:1). Esteban fue asesinado en el año 36 DC. Mas como no podemos suponer que S. Juan haya llevado consigo a Nuestra Señora en sus expediciones apostólicas, debemos creer que la dejó al cuidado de sus amigos o parientes durante los periodos de su ausencia.
Existen pocas dudas de que muchos cristianos regresaron a Jerusalén cuando cesaron los peligros de las persecuciones (hasta que en el año 70 DC el emperador Tito destruyó Jerusalén y su Templo.
Argumentos a favor de Jerusalén
Independientemente de estas consideraciones, se puede apelar a las siguientes razones que apoyan la muerte y enterramiento de María en Jerusalén:
1. En el año 451, Juvenal, Obispo de Jerusalén, testificó sobre la presencia de la tumba de María en Jerusalén. Es extraño que ni S. Jerónimo, ni el Peregrino de Burdeos ni tampoco pseudo-Silvia proporcionen ninguna evidencia sobre un lugar tan sagrado. Sin embargo, cuando el emperador Marción y la emperatriz Pulquería le pidieron a Juvenal que enviara los restos sagrados de la Virgen María de su tumba en Getsemaní a Constantinopla, donde tenían la intención de dedicarle una nueva iglesia a Nuestra Señora, el obispo citó una antigua tradición que decía que el cuerpo sagrado había sido asunto al cielo, y sólo envió a Constantinopla el ataud y el sudario. Esta narración se basa en la autoridad de un tal Eutimio, cuyo relato fue incluido en una homilía de S. Juan Damasceno (11) que actualmente se lee en el Nocturno segundo del cuarto día de la octava de la Asunción. Scheeben (12) es de la opinión que las palabras de Eutimio son una interpolación posterior: no encajan en el contexto; contienen una apelación a pseudo-Dionisio (13) que, por otra parte, no es mencionada antes del siglo VI; y son poco fiables en su conexión con el nombre del Obispo Juvenal, quien fue acusado de falsificar documentos por el Papa S. León. (14) En su carta, el pontífice le recuerda al obispo los sagrados lugares que tiene ante sus ojos, pero no menciona la tumba de María. (15) Si se considera que este silencio es puramente fortuito, la principal pregunta sigue siendo, ¿cuánta verdad histórica hay en el relato de Eutimio acerca de las palabras de Juvenal?
2. Se debe mencionar aquí el apócrifo “Historia dormitionis et assumptionis B.M.V.”, que reivindica a S. Juan por autor. (16) Tischendorf opina que las partes más importantes de la obra se remontan al siglo IV, quizás incluso al siglo II. (17) Aparecieron variaciones del texto original en árabe, sirio y en otras lenguas; entre estas variaciones hay que destacar una obra llamada “De transitu Mariae Virg.”, que apareció bajo la firma de S. Melitón de Sardes. (18) El Papa Gelasio incluye este trabajo entre las obras prohibidas. (19) Los incidentes extraordinarios que estas obras relacionan con la muerte de María carecen de importancia aquí; sin embargo, sitúan sus últimos momentos y su entierro en o cerca de Jerusalén.
Otra evidencia a favor de la existencia de una tradición que sitúa la tumba de María en Getsemaní la consituye la basílica que fue erigida sobre el lugar sagrado, hacia finales del siglo IV o comienzos del V. La iglesia actual fue construida por los latinos en el mismo lugar en que se había levantado el antiguo edificio. (20)
3. En la primera parte del siglo VII, Modesto, Obispo de Jerusalén, localizó el tránsito de Nuestra Señora en el Monte Sión, en la casa que contenía el Cenáculo y la habitación del piso superior de Pentecostés. (21) En esta época, una sola iglesia cubría las localidades consagradas por estos varios misterios. Es asombrosa la tardía evidencia de una tradición que llegó a estar tan extendida a partir del siglo VII.
4. Otra tradición se conserva en el “Commemoratorium de Casis Dei” dirigida a Carlomagno. (22) Sitúa la muerte de María en el monte de los Olivos, donde se levanta una iglesia que se dice que conmemora este suceso. Es posible que el escritor intentara relacionar el tránsito de María con la iglesia de la Asunción, del mismo modo que la tradición gemela lo conectaba con el cenáculo. De cualquier manera, se puede concluir que alrededor del comienzo del siglo V existía una tradición bastante extendida que sostenía que María había muerto en Jerusalén y había sido enterrada en Getsemaní. Esta tradición parece descansar sobre bases más sólidas que la versión de que Nuestra Señora murió y fue enterrada en o cerca de Efeso. Dado que al llegar a este punto carecemos de documentación histórica, resultaría difícil establecer la relación de cualquiera de las dos tradiciones con los tiempos apostólicos. (23)
5. Los trabajos apócrifos, entre el segundo al cuarto siglo son todos favorables a la tradición de Jerusalén. De acuerdo a los “Actos de San Juan por Prochurus”, escrito (160 – 70) por Lencius, el Evangelista venido de Efeso, acompañado solo por Prochurus y a muy avanzada edad, por ejemplo, luego de la muerte de Maria. Las dos cartas “B. Inatii missa S. Joanni”, escritas cerca del 370, muestran que la Sagrada Virgen Maria paso el resto de sus días en Jerusalén.
6. La de Dionisio el Aeropagita al obispo Titus (363), el “Joannis liber de Dormitione Mariae” (tercer a cuarto siglo), y el tratado “De transitu B.M. Virginis”(siglo cuarto) coloca su tumba en Gethsemane.
7. Desde un punto de vista histórico estos trabajos, aunque apócrifos, tienen valor real, reflejando como lo hace la tradición de los primeros siglos. Al comienzo del siglo quinto un peregrino de Armenia visito “la tumba de la Sagrada Virgen en el valle de Josaphat”, y alrededor del 431 el “Breviarius de Hierusalem” menciona que en el valle “ la basílica de la Santa Maria, la cual contiene su sepulcro”. Desde entonces peregrinos de varios ritos reparan en aquel sitio, para venerar la tumba vacía de Maria. San Gregorio de Tours, San Modesto, San Sofronio, Patriarca de Jerusalén, San Germano, Patriarca de Constantinopla, San Andrés, obispo de Creta, Juan de Tesalónica, Hipólito de Tebas, Bede el Venerable enseñaban los hechos y sobrellevan testigos de esta tradición que fue aceptada por todas las Iglesias de Oriente y Occidente.
8. San Juan Damasceno, predicando en la fiesta de la Asunción en Gethsemane, recuerdan que de acuerdo a el “Euthymian History”, III, xl (escrito probablemente por Cirilo de Scitopolis en el siglo quinto), Juvenal, obispo de Jerusalén, envió a Constantinopla en 452, al comando del Emperador Marciano y Pulcheria, su esposa, el Sudario Bendito de la Virgen, preservado en la Iglesia de Gethsemane (P.G., XCVI, 747-51). La reliquia ha sido venerada en la ciudad en el Iglesia de Nuestra Señora de Blanchernae.
Los últimos días de María
Hemos visto que no hay seguridad absoluta sobre el lugar en el que María vivió después del día de Pentecostés. Aunque es más probable que permaneciera ininterrumpidamen
te en o cerca de Jerusalén, puede haber residido durante un tiempo en las cercanías de Efeso, y ello puede haber originado la tradición de su muerte y enterramiento en Efeso.
Existe aún menos información histórica referente a los incidentes particulares de la vida de María. S. Epifanio (24) duda incluso de la realidad de la muerte de María; pero la creencia universal de la Iglesia no coincide con la opinión privada de S. Epifanio. La muerte de María no fue necesariamente una consecuencia de la violencia; ni tampoco fue una expiación o un castigo, ni el resultado de una enfermedad de la que, como su divino Hijo, ella fue eximida. Desde la Edad Media prevalece la opinión que murió de amor, ya que su gran deseo era reunirse con su Hijo ya fuera disolviendo los lazos entre cuerpo y alma o rogando a Dios para que El los disolviese. Su muerte fue un sacrificio de amor que completó el sacrificio doloroso de su vida. Es la muerte con el beso del Señor (in osculo Domini), de la que mueren los justos.
No hay una tradición cierta sobre el año en que habría muerto María. Baronio en sus Anales se apoya en un pasaje del Chronicon de Eusebio para asumir que María murió en el 48 d. de J.C. Hoy se cree que este pasaje del Chronicon es una interpolación posterior. (25) Nirschl se basa en una tradición encontrada en Clemente de Alejandría (26) y Apolonio (27) que se refiere al mandato de Nuestro Señor a los Apóstoles para que fueran a predicar doce años en Jerusalén y Palestina antes de extenderse a las naciones del mundo; a partir de esto, él también llega a la conclusión de que María murió en el 48 d. de J.C.
La tradición le otorga una larga vida a San Juan, quien probablemente era mas joven que su Maestro. Si ubicamos a la Pasión de Jesús en el año 33 a 36 de nuestra era, y la primera persecución de cristianos unos años después, Juan pudo haberse llevado a María en esos años fuera de Jerusalén, cuando probablemente María tendría 50 años de edad aproximadamente. Por su parte, Juan pudo haber muerto en el año 100- 101 de nuestra era a los noventa años de edad.
Lo que si se puede afirmar es que la sensación de estar en Meryem Ana Evi es indescriptible por la belleza del Bosque en donde se sitúa este santuario, y la serenidad del paisaje. Este paraje es sin lugar a dudas un verdadero punto de encuentro con María, la Madre de Dios, haya o no estado ahí.
La “Meryemana Evi” en Efeso (Turquía) fué redescubierta en el siglo XIX (gracias a una visión de A. K. Emmerick), la “Casa de la Virgen María” tiene dos habitaciones contiguas. En la mayor, llena de ex-votos cristianos y de velas, se dice la misa mientras que en la segunda en la que penden cintas de seda coloreada, que tienen la misma función de ex-votos, se encuentran alfombras de oración musulmanas.
Se encuentra la casa a 8 km. de Selcuk, en el monte Aladaj, «La casa de la Virgen» estaba hecha de piedras cuadradas, redondas u octogonales y de ladrillos. Anne Catherine Emmerich, estigmatizada y visionaria, anunció que la Virgen habría muerto en Efeso, que su morada se encuentra en una colina, al final de un camino de mulas, frente al mar Egeo y a la isla de Samos. Es gracias a estas revelaciones como se encontraron los cimientos de la casa donde la Virgen vivió sus últimos años y que fue, tras su muerte transformada en capilla.
El santuario de la Virgen se llama Bulbuldag, montaña del ruiseñor. María habría elegido un lugar solitario, porque deseaba vivir sus últimos años apartada y en contemplación. El Nuevo Testamento y los textos apócrifos de los primeros siglos no hablan de la presencia de María en Efeso. Pero se sabe con certeza (lo confirman Ireneo, Policarpo e Hipólito, Policrate, Clemente, Origine…..) que en Efeso vivió Juan. Y al apóstol predilecto, Cristo, en la cruz, antes de morir, le confió a su madre. Por tanto Jesús – dice el Evangelio – al ver a su madre y a su lado al discípulo que amaba, dijo a la madre: ¡Mujer, aquí está tu hijo!. Después dijo al discípulo: ¡Aquí está tu madre!. Y desde aquel momento el discípulo la acoge en su casa. Por tanto, la Virgen podría, razonablemente, haber seguido a Juan hasta Efeso. En favor de esta teoría, está también la presencia, en Efeso, de una basílica de la época constantiniana que estaba dedicada a la Virgen María. En dicha basílica tuvo lugar, en el año 431, el tercer Concilio Ecuménico, que proclamó a la Virgen “Madre de Dios”.
Descubrimiento de la casa de María
Debemos el descubrimiento de la Casa de la Virgen en Efeso a un conjunto de circunstancias bastante asombrosas y completamente providenciales.
Las visiones de Ana Catharina Emmerick, la gran estigmatizada de Dülmen, tan precisas sobre la vida de la Virgen María, inspiraron en 1880 a un sacerdote francés, el padre Gouyet, la idea de dirigirse a Efeso para constatar sobre el lugar la veracidad de esas palabras y para quizás descubrir el lugar de la casita de Efeso. Tras algunas investigaciones, llegó el padre Gouyet a un lugar donde se encontraba una ruina y cuando pregunto por el nombre de ese lugar, alguien le respondió: Panaya Kapoulou, la «puerta de la Virgen». A través de la memora humana los habitantes de la región celebraban allí cada 15 de agosto la Asunción de la Virgen porque, decían ellos, era en esta casa donde ella murió.
Las primeras muestras extraídas confirmaron la antigüedad de sus cimientos y el descubrimiento fue autentificado por Monseñor Timoni, arzobispo de Esmirna, 1892. Es así como la Casa de la Virgen, donde la Madre de Jesús vivió exilada cerca de San Juan, es un santuario marial desde hace más de un siglo y sobre todo, por el hecho de la veneración del Islam hacia la Madre de Jesús, la casa es lugar de peregrinaje común tanto para los cristianos como para los musulmanes contando con más de 300 000 peregrinos cada año.
Descripción de los lugares según Anna Catherine Emmerick.
« Su casa estaba situada a tres leguas y media de ahí, en la montaña que se veía a la izquierda viniendo de Jerusalén, y que descendía en pendiente suave hacia la ciudad. Cuando se viene del Sur, Efeso parece reunida al pié de la montaña; pero a medida que se avanza, se la ve desplegarse todo alrededor. En medio se ven hileras de arboles magníficos, después estrechos senderos conducen sobre la montaña, cubierta de un verdor agreste. La cumbre presenta una planicie ondulada y fértil de un media legua de contorno: es ahí donde se estableció la Santa Virgen (…)
Antes de conducir a la santa Virgen a Efeso, Juan había hecho construir para ella una casa en ese lugar, donde ya muchas santas mujeres y varias familias cristianas se habían establecido, antes incluso de que la gran persecución estallara. Permanecían en tiendas o en grutas, hechas habitables con la ayuda de algunos entablados. Como se habían utilizado las grutas y otros emplazamientos tal y como la naturaleza los ofrecía, sus habitaciones estaban aisladas, y a menudo alejadas un cuarto de legua unas de otras. Tras la casa de María, la única que era de piedra, la montaña no ofrecía hasta la cumbre, más que una masa de rocas desde donde se veía, más allá de las copas de los arboles, la villa de Efeso y el mar con sus numerosas islas (…)
La casa de María era cuadrada, solamente la parte posterior estaba redondeada; las ventanas estaban situadas en lo alto de las paredes y el tejado era plano. Estaba dividida en dos partes por el hogar, situado en el centro …»
Ana Catalina Emmerich nació en Alemania en 1774 de familia muy pobre, se hizo monja de la Orden Agustina en Dulmen; tuvo una vida de continuas enfermedades agravadas al quedarse inválida por un accidente. Tenía el uso de razón desde su nacimiento y podía entender latín litúrgico desde la primera vez que fue a Misa. Durante los últimos 12 años de su vida, no podría comer ningún tipo de comida excepto la sagrada comunión, ni tomar cualquier bebida excepto agua, subsistiendo completamente por la Santa Eucaristía. Desde 1802 hasta su muerte, tuvo las heridas de la Corona de Espinas, y de 1812, todos los estigmas de Nuestro Señor, incluso una cruz encima de su corazón y la herida de la lanza. En los últimos años de su vida, hasta su muerte en 1824, recibió las visiones de la vida de Cristo, de la Virgen María y de la vida después de la muerte, así como otras videncias de sucesos que acontecerían tiempo después como el Muro de Berlín, el Concilio Vaticano II, etc. Con sus visiones en la mano descubrió Reynolds los restos de la ciudad de Ur de Caldea, y la recién descubierta morada de la Virgen en Efeso resultó ser también tal como ella la había descrito. Del mismo modo se descubrieron en 1981 los pasadizos bajo el Templo de Jerusalén, que Ana vio al contemplar el misterio de la lnmaculada Concepción de María, dogma que no sería proclamado por la Iglesia hasta treinta años después de la muerte de esta vidente. Ana Catalina Emmerich supo por Nuestro Señor que su regalo de visión del pasado, presente, y el futuro en visión mística era mayor que el poseído por nadie más en historia.
Escrito por Ernesto O´Farrill S., OCDS
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