Siuado 10 km al este de la ciudad de Fukui, uno de esos templos del Antiguo Japón a los que acudían los samuráis fue el Eihei-ji fundado en 1244 con el elevado ideal de servir como lugar fundamental para aprender la disciplina budista zen. En el nombre del templo, los caracteres ei (eterno) y hei (apacible) simbolizan la paz y felicidad eterna que brinda el budismo.
El pueblo de Eihei-ji, a 6 horas en tren desde Tokio y 4 desde Osaka, está rodeado por las aguas del río Kuzuryu-gawa, que proporcionan la tranquilidad a este asentamiento rural repleto de antiguos cedros japoneses.
El monasterio se enorgullece de su tradición de más de 750 años, y en él incluso hoy más de 200 monjes se esfuerzan en la práctica del zen día y noche, tal como hacían siglos atrás los samuráis con sesiones de meditación intensiva –zazen– durante cuatro días sin descanso.
El zen fue promovido por los primeros shogunatos con el objetivo de fortalecer el prestigio y la legitimidad de los guerreros; por eso, llegó a considerarse “la religión de los samuráis”.
Además, el hecho de que el caballero nipón jamás llevase escudo demuestra que el samurái apreciaba la práctica de este tipo de budismo, en el que destaca la idea de “ir directamente hacia delante”, inclinándose siempre al atacar.
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