Los tatuajes, con detractores y amantes en Occidente, han sido tradicionalmente un filón para los hombres que querían conquistar a una mujer en las islas de los Mares del Sur.
En Ifaluk, un atolón que forma parte de las Islas Carolinas, en el Pacífico Norte, los nativos se tatúan tradicionalmente todo el cuerpo.
La raíz de este ritual, que se da sólo entre los hombres, se encuentra en la historia del dios Wolfat, que al bajar a la Tierra y ver a Iloumuligeriou, una bella mujer, decidió visitarla en su casa. La dama, al despertar y ver a un desconocido en su hogar, encendió un fuego para ver de quién se trataba. Al ver los tatuajes negros sobre el cuerpo del dios, se sintió atraída por él. Al día siguiente el dios volvió junto a la mujer, pero sin dibujos en la piel, por lo que fue rechazado.
Wolfat, que había aprendido la lección, volvió a tatuarse y la dama lo recibió nuevamente en su cama. Después de esta experiencia, el dios decidió enseñar a todos los hombres a tatuarse con una aguja fabricada con un ala de pájaro y con hollín para resultar atractivos siempre. De hecho, hay numerosos poemas en los que las mujeres ifaluk admiran los tatuajes de sus amantes.
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