jueves, 27 de abril de 2017

LA SANTA HERMANDAD.



           Día importante para los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, el 27 de abril de 1476. Quizá ellos no le den importancia, pero aquel día de hace cinco siglos se aprobaba en las Cortes de Madrigal, en Valladolid, el proyecto de ordenanzas de la Santa Hermandad, un cuerpo de policía rural que se hizo especialmente famoso gracias a don Quijote. El hidalgo disfrutó de todas sus aventuras desafiando a la Santa Hermandad, y Sancho sufrió las aventuras de su señor temiendo que apareciera alguno de sus cuadrilleros.

           Las primeras hermandades nacieron en Asturias en el siglo XII. Las componían caballeros y nobles dispuestos a perseguir malhechores. La eficacia de aquellas hermandades del norte llegó hasta Castilla y éste fue el principio de la Santa Hermandad Vieja de Toledo. A los Reyes Católicos les gustó la idea, y mucho más les gustó lo de Santa, así que establecieron en todos sus reinos aquel 27 de abril lo que se llamó la Santa Hermandad Nueva. Los cuadrilleros dejaron de tener que ser nobles para poder ser simples villanos; villanos que recorrían los caminos de cuatro en cuatro, de ahí lo de cuadrilla.

          Y también había entre los cuadrilleros un buen puñado de caraduras. Los venteros, por ejemplo, que se sumaban a la Santa Hermandad porque eso les protegía ante sus propios desmanes. Un cuadrillero que fuera dueño de una venta podía darte gato por liebre o cobrarte de más, y daba igual que gritaras aquello de "favor a la Santa Hermandad", porque el ventero decía, "yo mismo".
          Los de la Santa Hermandad iban uniformados, pero luego ya se les diferenciaba sólo por otros atributos: la media vara verde, la espada y un canuto de hojalata que llevaban colgado a la cintura con los documentos que acreditaban su condición. El uniforme de la Santa Hermandad fue verde en sus principios, aunque más tarde utilizaron sólo una camisa de ese color y, encima, un chaleco de cuero, de tal forma que sólo asomaban las mangas. Y aquí quería yo llegar. Porque ya les resultará fácil sospechar de dónde procede eso de "a buenas horas, mangas verdes".

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