El término “rosario”, que significa “corona de
rosas”, apareció en la Europa del siglo XV, pero la práctica de recitar
oraciones valiéndose de una sarta de nudos o cuentas se remonta a los
sacerdotes hindúes de antes del año 500 a.C.. También se propagó en el
mundo occidental antes de la aparición del cristianismo.
Para
muchas religiones antiguas, la repetición frecuente de una plegaria
había de incrementar su eficacia. Implorar a los dioses, a Dios o a un
santo, para que librase a los fieles, por ejemplo de una epidemia,
recitando cien veces una oración, era dos veces más efectivo que rezar
la misma plegaria tan sólo cincuenta veces.
Muchas
religiones prescribían el número exacto de repeticiones de una oración
específica. Por ejemplo, los templarios, orden fundada en el año 1119
para luchar en las Cruzadas, viajaban continuamente y no podían asistir
con regularidad a las ceremonias religiosas, por lo que se les exigía
recitar el Padrenuestro cincuenta y siete veces al día. Cuando moría uno
de ellos, el número se incrementaba hasta cien veces diarias durante
una semana.
Sencillamente,
contar y rezar simultáneamente, aunque sea con la ayuda de los dedos,
es imposible en la práctica, y por tanto se requería una ayuda. El
rosario era la ayuda perfecta para la memoria. Los sacerdotes de la
Iglesia griega calculaban sus numerosas genuflexiones y signos de la
cruz mediante cordones provistos de un centenar de nudos. Las personas
ricas unían en sartas piedras preciosas, trozos de vidrio y pepitas de
oro.
En
el siglo XI, lady Godiva, una dama anglosajona célebre por haber
protestado contra los impuestos cabalgando desnuda a través de la ciudad
inglesa de Coventry, legó a un monasterio “un pequeño círculo de gemas
que ella misma había ensartado, para que, pasándolas una tras otra
mientras recitaba sus oraciones, no quedara por debajo del número
exacto”.
En
el siglo siguiente el rosario fue popularizado en la Iglesia católica
por el español santo Domingo, fundador de la orden de predicadores,
después llamados dominicos. En una aparición, la Virgen María le pidió
que rezara el rosario “como remedio espiritual contra la herejía y el
pecado”.
Los
etimologistas ofrecen dos posibles orígenes para la palabra “rosario”
en sí. Muchos rosarios antiguos tenían sus cuentas talladas en la misma
madera preciosa conocida como palo rosa y se les conocía como coronas de
rosas. Otra teoría sostiene que el origen hay que buscarlo en la
palabra francesa “rosaire".
No hay comentarios:
Publicar un comentario