Fue condenado a la horca por hereje en el año 1826.
La última víctima que juzgó el Tribunal de la Fe fue Cayetano Ripoll en Valencia en 1826, se le tachó dehereje y fue condenado a la horca. Era un maestro catalán, liberal y deísta, acusado de no llevar a sus alumnos a misa pagó con su vida ante la pesadilla inquisitorial.
Doce años antes, en las Cortes de Cádiz, se había anulado el poder de la Santa Inquisición y sus maléficas prácticas, pero se mantenía el poder de la Iglesia Católica que creó las Juntas de Fe, distinto nombre pero la misma diabólica institución.
Y fue el arzobispo de Valencia el que firmó la condena de muerte a Cayetano Ripoll, acusado de cuatro delitos: sustituir en las oraciones de clase la expresión “Ave María” por “alabado sea Dios”, no acudir a misa ni llevar a sus alumnos, no salir a la puerta para saludar el paso de la procesión y comer carne el viernes santo.
Una denuncia anónima lo llevó a ser encarcelado durante dos años, en los que recibió la visita de un teólogo con la intención de “hacerle recapacitar” sin éxito alguno. Por otro lado, la burocracia hizo retrasar su condena pues su partida de bautismo estaba extraviada y sin ella no se podría considerar cristiano y por lo tanto, tampoco hereje. Al final, apareció y ese documento se convirtió en el certificado de muerte de Ripoll.
La prensa internacional escandalizada se hizo eco del asesinato que se iba a llevar a cabo en España, en cambio aquí a causa de la censura gubernamental no se cubrió la noticia. De hecho, Cayetano Ripoll se considera el último asesinado por la Inquisición en todo el mundo.
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