La costumbre de colocar gallos en las veletas se remonta a la Edad Media.
En el siglo IX, el Papa Nicolás I ordenó que se colocara un gallo -ave que se asocia al sol- en lo más alto de las iglesias para simbolizar las tres negaciones de San Pedro a Jesús y la supremacía del espíritu sobre lo material.
Como los campanarios estaban adornados con veletas, se ataron las aves encima de estos objetos, que generalmente tenían forma de flecha.
No tardaron en aparecer imitadores, que ya no usaban animales vivos, sino gallos forjados en hierro.
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