Realmente los papas no pueden dimitir ni abdicar, sino renunciar a su cargo. A finales de este mes de febrero el Papa Benedicto XVI dejará de ejercer como máxima autoridad de la Iglesia, debido, según ha anunciado hoy mismo, a la "falta de fuerzas" para llevar a cabo sus responsabilidades como Pontífice.
El Código de Derecho Canónico recoge en el Canon 332 el derecho de un Papa a renunciar a su cargo: "Si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie". Esto significa que si un Papa decide dejar el cargo, no necesita que ninguna otra persona apruebe dicha renuncia, ya que, como se recoge en el Canon 331, el Pontífice tiene "potestad suprema plena, inmediata y universal en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente".
La renuncia de Benedicto XVI no es la primera de un Pontífice a lo largo de la historia de la Iglesia. Otro caso famoso fue el de Celestino V, un eremita que llevaba una vida de oración y aislamiento en las montañas. Su pontificado duro apenas cinco meses, tras los cuales decidió renunciar y volver a su vida retirada, pues no se sentía preparado para llevar a cabo la tarea que le había sido encomendada.
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