sábado, 31 de marzo de 2018

CRISTIANISMO VERSUS RELIGIÓN.

Para no caer en la trampa terminológica, procederemos en la respuesta exponiendo algunos rasgos convenciones de la concepción "religiosa" y veremos si se verifican en el cristianismo. Si no fuera así, habrá que reconocer que el cristianismo no puede alinearse con las religiones y que si se mantiene tal nombre para ellas, hay que buscar uno nuevo para el fenómeno cristiano. Los rasgos "religiosos" que exponemos son esquemáticos y pueden verificarse en mayor o menor grado en las religiones concretas.


La incompatibilidad entre fe cristiana y "religión" puede establecerse también basándose en el Nuevo Testamento. San Pablo tuvo que enfrentarse con dos religiosidades que amenazaban a las comunidades cristianas: una, la religiosidad judía, encarnada en las observancias de la Ley (Gál 4,1-11); otra, las prácticas de austeridad y de culto a los ángeles de ciertos sincretismos paganos (Col 2,16-22); ambas son calificadas de "elementos del mundo", es decir, de estadio rudimentario y elemental, que describe como "cárcel", "infancia bajo tutela", "minoría de edad", "rudimentos sin eficacia ni contenido" (Gál 3,23-24; 4,1-2.9), "preceptos y enseñanzas humanas sin valor alguno" (Col 2,22-23). Las dos religiosidades a que alude, judía y pagana, pertenecían, según él, a la infancia o menor edad del mundo. En los evangelios nunca recomienda Cristo observancias rituales; cuando se enfrenta con ellas es para derogarlas (sábado, Mt 12; purificaciones, Mt 15).


No fue el contenido de la fe el que suscitó la oposición de los paganos, acostumbrados a los credos más extraños; fue la ausencia de toda característica "religiosa" la que los llevó a acusar a los cristianos de ateísmo (Justino, Apología I, 6,1; Atenágoras, Intercesión en favor de los cristianos, 5ss). El cristianismo, que caracía de templos, casta sacerdotal, rituales y observancias, aparecía como un fenómeno inasimilable para las categorías "religiosas".

No se puede negar que en las religiones antiguas existía un elemento válido: la aspiración del hombre a entrar en contacto con la divinidad. Pero éste deformó su intuición y experiencia de Dios; el "Gigante Sonriente", que era aquella realidad fascinadora y tremenda, se va cargando de connotaciones cada vez más terribles; el hombre no cree en la sonrisa divina, sino solo en la fuerza y el poder. Proyecta en Dios su malaventurado afán de dominio, haciendo de él un déspota que en algunas religiones exige sacrificios humanos. Concibe un Dios envidioso de su alegría y se fabrica prohibiciones y tabúes; lo identifica con los fenómenos escalofriantes de la naturaleza, como el rayo o la tempestad, o con los misteriosos, como la fertilidad. Vuelca en Dios toda su miseria psicológica, su bajeza, su desprecio de sí mismo, su insuficiencia; descarga en él su masquismo y su crueldad, la culpabilidad que lo roe; inventa la propia tortura en nombre de Dios.

Para tener contento a ese dios terrible inventa rituales, observancias y expiaciones; instituye, para mantenerlos, castas sacerdotales de iniciados en los secretos divinos, que pronto se erigen en detentadoras de poder. De igual modo, los despotismos políticos apelan a la voluntad de los dioses y la "religión" los justifica y consolida.

El hombre se ve abrumado y sin esperanza. Para empezar su obra liberadora elige Dios un pueblo y, en medio del aparato religioso que todavía conserva, le infiltra una fe vigorosa. Con guerras, profetas o destierro lo mantiene en vilo para evitar que lo religioso deforme de nuevo el rostro divino.

Cuando llega el momento, Dios quiere revelar su verdadera faz, y para mostrar su sonrisa, sin que su estatura espante, se presenta en el mundo como un hombre cualquiera. Cristo indica a la humanidad enferma el camino de la vida plena, revelando que Dios es amor y que la salud del hombre consiste en amar a imitación de Dios. Muestra que el camino fabricado por el hombre para acercarse a Dios lo desviaba, y colma la aspiración de la humanidad entera, limpidando la fe de su envoltura religiosa: declara caducado el cúmulo de observancias, ritos y prohibiciones que impedían la integración y el desarrollo del hombre.

En los párrafos que siguen el término "religión", como contradistinto de "fe", significa el miedo a Dios, que prolifera en una hojarasca de obligaciones, ansiedades y escrúpulos. Este sentido era común en la palabra latina religio: metus divini numinis, "ritual", "escrupulosidad meticulosa", hasta el punto de que términos como "formido" y "pavor" se usaban como sinónimos de religio.

Los dos enemigos de Dios en la Pasión de Cristo son la "religión" (fariseos observantes y saduceos poderosos) y el poder político doblegado por ella. A tal punto había llegado la asfixia de la fe que los profesionales de la "religión" no reconocieron el rostro del Dios a quien pretendían servir. Cristo libera la fe y la hace posible, podando toda excrecencia dañina.

En primer lugar, la religión se proponía llegar hasta Dios; para ello era condición indispensable hacer a Dios prospicio, con prácticas ascéticas, con el ejercicio de las virtudes o con ritos purificadcres. En una palabra: la religión intentaba sacar al hombre de su estado de pecado, es decir, de su alienación respecto a Dios y a sí mismo, para alcanzar la amistad con la divinidad. La emprsa resultaba imposible, a juzgar por la incesante repteición de ritos expiatorios que delataba lo vano de la tentativa, por el fracaso de la observancia farisea y por el pesimismo de la religión griega, que, desesperada, consideró al hombre un juguete de los dioses. Aun los espíritus más selectos, como Platón o Aristóteles, no llegaron a estrablecer una relación personal entre el hombre y Dios, ni siquiera en la vida inmortal del alma.

Según este aspecto, la religión se acabó en el Calvario. Allí Dios reconcilió consigo al mundo. Si el hombre no podía llegar hasta Dios, podía él acercarse al hombre, y lo hizo. El problema del Dios propicio había terminado.


El Antiguo Testamento registra numerosos casos de hombres e incluso de un pueblo a quien Dios se acercó; y, sin duda, hizo lo mismo en la larga historia humana con otros individuos de otras culturas y religiones. Pero si Dios amaba de verdad a su creación, hacía falta una reconciliación del género humano como tal, no de algunos individuos solamente. Dios había de ponerse al alcance de todo hombre.

Vimos en el capítulo primero que Dios reconcilió consigo al mundo por medio de Cristo, cuando el mundo era pecador, cuando no sabía nada de tal reconciliación y en cuanto la conocía se oponía a ella. El esfuerzo "religioso" por llegar hasta Dios ha perdido su objetivo, pues Dios está cerca. Así aparece en la proclamación de Jesús: "El reinado de Dios está cerca", hecho que no dependía del querer del hombre ni era fruto de sus ritos expiatorios, sino de un acto libre de Dios. El hombre necesita sólo salir al encuentro de esa cercanía y responder a su llamada con la fe: "Creed la buena noticia" (Mc 1,15). La puerta está abierta, la expiación realizada, los sacrificios superados, la "religión" desocupada.

CRISTIANOS EN FIESTA. JUAN MATEOS.

viernes, 30 de marzo de 2018

¿QUÉ SIGNIFICADO TIENE QUE PEDRO LE CORTE EL LÓBULO DE LA OREJA DERECHA AL SIERVO DEL SUMO SACERDOTE?



UNA MANERA METAFÓRICA DE EXPLICAR QUE UNA INSTITUCIÓN RELIGIOSA HA CAÍDO EN EL DESCRÉDITO.


Juan 18,10-11.
10. Entonces, Simón Pedro, que llevaba un machete, lo sacó, agredió al siervo del sumo sacerdote y le cortó el lóbulo de la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco.
11. Jesús le dijo a Pedro:
- Mete el machete en su funda. El trago que me ha mandado beber el Padre, ¿voy a dejar de beberlo?


Para explicar esta escena tenemos que traer a colación la escena de consagración de un sumo sacerdote.  Leemos:

LEVÍTICO 8,22-24.



22Hizo traer el segundo carnero, el de la consagración. Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza de la víctima. 23Moisés lo degolló, y tomando sangre, untó con ella el lóbulo de la oreja derecha de Aarón y los pulgares de su mano y pie derechos. 24Hizo acercarse a los hijos de Aarón y untó con sangre los lóbulos de sus orejas derechas y los pulgares de sus manos y pies derechos, y roció con la sangre el altar por todos sus lados.

CONCLUSIÓN:


El siervo se llama Malco. Malco en arameo significa "rey". Malco es el representante de todo poder político sometido en manos de la jerarquía sacerdotal. Al cortarle el lóbulo, el evangelista "destituye al sacerdote", que es la máxima autoridad religioso-política. Atrapar a Jesús e intentar matarlo en nombre de Dios hace caer a la institución religiosa que ordena la muerte. Pierde su condición de autoridad religiosa; y el evangelista lo quiere remalcar diciendo que "le corta el lóbulo"... que como hemos leído en el levítico es una parte que se consagra cuando alguien es nombrado sumo sacerdote.

jueves, 29 de marzo de 2018

CRISTIANOS VEGANOS.

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EL CRISTIANISMO (ss. III - XV) Aunque el Nuevo testamento se centra casi exclusivamente en Jesús, poco se conoce sobre su dieta. Como Jesús y los profetas enseñaron, con sus palabras, la misericordia y la compasión deben extenderse hacia todas las criaturas, una definición mucho más amplia de lo que hacen la mayoría de los cristianos hoy en día. La Biblia, incluyendo el Antiguo Testamento, pues la cristiandad tiene su origen en el judaísmo, es el mejor lugar para empezar a estudiar cristianismo y vegetarianismo.El Antiguo Testamento muestra la recepción de la leyes de Dios por parte de los judíos y cómo después son reprendidos por no acatarlas.

El Nuevo Testamento muestra que el principal mandamiento es amar a Dios, con todo el corazón, el alma y la mente. Este mandamiento nunca se sigue completamente y Dios permite concesiones que relajan ciertas leyes, tratando de que los que no las cumplen las sigan al menos parcialmente y así de forma gradual vayan desarrollando su amor por El.

Pero las leyes dietéticas originales revelan las preferencias de Dios:

"Mirad que os he dado toda vegetación que da semilla que está sobre la superficie de toda la tierra y todo árbol en el cual hay fruto que da semilla. Que os sirva de alimento... Después de eso vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno..." (Génesis 1:29, 31)

Algunas personas argumentan que en Génesis 9:3 la Biblia permite a los humanos comer carne:

"Todo animal moviente que está vivo puede serviros de alimento" Esto es causa de la gran inundación, cuando toda la vegetación fue destruida. Dios permitió a Noé comer carne, como una concesión. Pero en el siguiente verso, Génesis 9:4, Dios nos recuerda que no debemos comer carne, o al menos, la sangre: "Solo carne con su alma -su sangre- no debéis comer"

Dios seguramente le dio permiso de comer moluscos, crustáceos, como almejas, langostas y caracoles, pero no carne, lo que es más consistente con este segundo verso. Y además, de forma temporal, como una concesión dadas las circunstancias.

Después, durante el Concilio en Constantinopla del año 692, se estableció la siguiente regla:

"Comer la sangre de animales está prohibido en las Sagradas Escrituras. Un clérigo que participa de la sangre será castigado con destitución, un laico con excomunión" Volviendo a las raíces cristianas y a la tradición del Antiguo Testamento, vemos que aparece otra prohibición de tomar sangre en el Levítico 7:26, que dice: "Y vosotros no debéis comer ninguna sangre en ninguno de los lugares donde moréis, sea la de ave o la de bestia"

Muchos interpretan esto como un mandamiento para drenar la sangre de la carne antes de comerla. Hay otra instancia en Los Cinco Libros de Moisés, cuando Dios, como una concesión temporal, permitió a los israelitas comer carne, pero de nuevo en circunstancias especiales. Después de huir de Egipto, estuvieron cuarenta años en el desierto. Dios les aprovisionó de comida en forma de maná. Pero los israelitas, estaban cansados de maná, y Dios les dio carne.

En los Números 11:18-34. En el verso 20, Dios les dice "comeréis carne hasta que os salga por la narices y lleguéis a tenerle asco...". El verso 33 dice "antes que la carne esté entre vuestros dientes una gran plaga caerá sobre vosotros". Se les permitió cambiar la dieta, pero Dios estaba claramente insatisfecho con esa elección. Muchos murieron y sus tumbas vinieron a llamarse las "tumbas de la codicia", porque ellos deseaban algo que no necesitaban: Carne.

Siglos después, cuando aquélla pequeña secta judía se llamó cristiandad, se adoptaron muchas actitudes y tradiciones de sus antepasados, incluida la de comer carne. Pero hay algunas excepciones, tanto en judaísmo como en cristianismo; y la tradición vegetariana jugó un papel importante en las vidas de los primeros cristianos. "Imitamos a los lobos y a los leopardos, y somos peor que ellos, debido a que Dios nos ha honrado con el habla y la equidad. Nos hemos vuelto peores que bestias salvajes"

San Juan Crisostomo

Algunos documentos históricos revelan que los doce apóstoles eran vegetarianos, y que los primeros cristianos se abstenían de comer carne por pureza y misericordia. San Juan Crisóstomo (345 - 307), uno de los literatos cristianos más importantes de su tiempo, escribió: "Nosotros, los líderes cristianos, practicamos la abstinencia de carne para amansar nuestros cuerpos... alimentarse innaturalmente de carne es contaminante"

También Clemente de Alejandría desaprobaba comer carne:

"El hombre vulgar vive para comer, mas el sabio come para vivir. Aquellos que comen más frugalmente son más fuertes, más nobles y más sanos. Los sacrificios de los animales a los dioses fueron inventados por los hombres como un macabro pretexto para comer su carne (...) Hay que dar preferencia a los alimentos que se pueden comer crudos, esto es, en su estado natural"
Otro gran cristiano, San Agustín, nos dice:

"De la alimentación con carne dependen los demás vicios (...) Si crees que por haber abrazado la fe de Cristo, puedes impunemente cometer toda suerte de pecados, estás en un error lamentable (...) La fe sin obras es una fe muerta (...) Practica lo que crees y probarás así que tu fe es verdadera" Los cristianos se fueron alejando de sus raíces vegetarianas; pero al menos, la iglesia católica romana mantiene la abstinencia de comer carne los viernes (en recuerdo del sacrificio de Cristo en la Cruz). En 1966, la Conferencia Católica determinó que los católicos sólo deben abstenerse de comer carne los viernes de Cuaresma. "Si hablase con el emperador, le inspiraría y rogaría que dictase una ley para que nadie pudiera cazar, matar ni hacer daño a nuestras hermanas las alondras"

San Francisco de Asis

A veces se dice que San Francisco, patrón de los animales, no era vegetariano. El caso es que la mayoría de los monjes franciscanos sí lo son, debido a su franco amor por todas las criaturas de Dios. San Buenaventura escribe que San Francisco, al considerar la fuente de todas las cosas, dijo llamar hermanos a todas las criaturas, sin importar lo pequeñas que sean, pues todas tenemos la misma fuente. Esta es la perfección del amor cristiano. Muchos cristianos piensan que el único requerimiento para alcanzar el Reino de Dios es tener fe en Jesús. Otros piensan que además son necesarias buenas obras. Pablo enseñó que las obras caritativas eran aún más importantes que la fe: "Ahora, sin embargo, permanecen la Fe, la Esperanza, el Amor, estos tres; pero el mayor de estos es el Amor" (1 Corintios 13:13)

Muchos de los primeros grupos cristianos mantenían una dieta sin carne. Agustinos, franciscanos, benedictinos, ... todos ellos abogaban por una dieta vegetariana. De hecho, los primeros escritos de la iglesia determinan que comer carne no estuvo oficialmente permitido hasta el siglo cuarto, cuando el emperador Constantino decidió que su versión del cristianismo sería la de todos. Una interpretación carnívora de la Biblia se convirtió en el credo oficial del Imperio Romano, y los vegetarianos cristianos tenían que serlo en secreto por correr el riesgo de que les mataran por herejes. Se dice que Constantino les ponía plomo fundido en la garganta.

En la época medieval, Santo Tomás de Aquino (1225 - 1274), decía que matar animales estaba sancionado por la divina providencia. Quizá sus hábitos personales guardaban relación con sus opiniones, aunque a pesar de que era un genio y un asceta en muchos sentidos, sus biógrafos le describen como un glotón. Aquino es famoso por su doctrina de los varios tipos de alma que un cuerpo puede tener. Los animales no tienen alma, según él; aunque tampoco las mujeres. La iglesia finalmente se ablandó y admitió que las mujeres también tienen alma.

En cambio, según la Biblia, los animales tienen alma. Se utilizan las mismas palabras en hebreo para describir el alma de los humanos e incluso de los insectos; pero no hay argumentos bíblicos que soporten la idea de que los animales tienen un tipo de alma diferente al tipo de alma que tenemos los humanos. En nuestros días la mayor parte de la comunidad cristiana profesa fe en Jesús pero no sigue sus enseñanzas, sobre todo si estas requieren un cambio en el estilo de vida.. Por eso muchos cristianos fallan en el trato moral hacia los animales.

Posteriores grupos cristianos, han defendido el vegetarianismo. Este es el caso de Ellen G. White, una de las fundadoras de la Iglesia Adventista del Séptimo Día; John Wesley, el fundador del Metodismo; Sylvester Graham, ministro presbiteriano famoso por sus Crackers Graham; los Benedictinos, orden Católica Romana, que abogan por una dieta vegetariana, etc. Todos sabemos que el "Padre Nuestro" dice "Danos hoy nuestro pan de cada día". También conocemos el Quinto Mandamiento de la Ley de Dios: No Matarás, que aunque tradicionalmente se ha interpretado sólo en relación a los humanos, también hace referencia a los animales.

En el Nuevo Testamento, Jesús dijo:

"No penséis que vine a destruir la Ley o los Profetas. No vine a destruir sino a cumplir; porque en verdad os digo que antes pasarían el cielo y la tierra que pasar de modo alguno una letra diminuta o una pizca de una letra de la Ley sin que sucedan todas las cosas. Por eso cualquiera que quiebre uno de estos mandamientos más pequeños y enseñe así a la humanidad, será llamado "más pequeño" con relación al reino de los cielos"(Mateo 5, 17-19)

Todos los cristianos creen que Jesús era carnívoro. Jesús era llamado el "Príncipe de la Paz", y sus enseñanzas incluían amor, compasión, y mutuo respeto a un nivel universal. Es difícil reconciliar la imagen de pacifista supremo de Jesús con matar animales. En el Nuevo Testamento hay varios ejemplos de Jesús pidiendo carne, pero las palabras griegas originales desde las que se traduce la palabra carne en realidad hacen referencia a "comida": Broma (=comida, se utiliza cuatro veces); brosimos (=algo que comer, usado una vez); brosis (=comida, acto de comer, utilizado cuatro veces); prosphagion (=algo que comer, usado una vez); torpe (=nutrición, usado seis veces); y phago (=comer, utilizado tres veces).

¿Y qué ocurre con el milagro de los panes y los peces? Algunos estudiosos de la Biblia sugieren que "pez" era el nombre destinado a pequeños rollos hechos con algas que crecen en el este, que son secadas al sol y pulverizadas con un mortero. Formaban una parte integral de la dieta en Babilonia, y también eran considerados una delicia por los japoneses. Los musulmanes recomendaban su consumo y en la época de Jesús eran todo un manjar.

También es posible que "pan y pescado" tuviera un significado simbólico, algo bastante frecuente en las Sagradas Escrituras. El "pan" es el símbolo del cuerpo de Cristo, y "pescado" era una contraseña que usaban los primeros cristianos, cuando eran perseguidos. De hecho aparecen pescados en las paredes de las catacumbas romanas.

De todas formas, Jesús vivía y predicaba entre pescadores, y como profesor, había de considerar las circunstancias de su audiencia. A sus discípulos les instaba a ser "pescadores de hombres" o predicadores de la gloria de Dios. No hay evidencia de que comer carne sea aceptado o rechazado en los textos de los primeros cristianos. A la vista de este análisis, uno deberá ver si las enseñanzas de Jesús pueden reconciliarse con una dieta basada en la carne o no.

miércoles, 28 de marzo de 2018

CONCILIO CADEVÉRICO.


Resultado de imagen de CONCILIO CADAVÉRICOA finales del siglo IX, la situación en Italia se asemejaba mucho a un polvorín a punto de estallar. Numerosos conflictos enfrentaban a distintos nobles, en pugna continua por territorios y coronas. Y es en esa delicada situación en la que se vio envuelto Formoso al llegar al trono de San Pedro.


El nuevo pontífice había nacido en Ostia (aunque otros autores, por el contrario, señalan la propia Roma como lugar de nacimiento), y, en el año 864 fue nombrado obispo de Porto [1], bajo el mandato del papa Nicolás I. Poco después fue enviado a tierras de los francos, germanos y búlgaros en misión evangelizadora, realizando una gran labor en la conversión de nuevos fieles para la Cristiandad. Finalmente, el hasta entonces obispo-cardenal de Porto acabó convirtiéndose en sucesor de Pedro en el año 891. Sin embargo, y por desgracia para él, además de la tiara papal Formoso heredó también algunos problemas derivados de su antecesor… Tras la muerte de Carlos III el Gordo(emperador del Sacro Imperio Romano Germánico), el papa Esteban V se había visto presionado por el Duque Guido de Spoleto, que codiciaba la coronal imperial, cosa que finalmente consiguió en el año 891.

Cuando poco después Formoso se alzó en el trono pontificio, Guido acudió a él para que renovase su coronación y, de paso, asegurase la sucesión en su hijo Lamberto. Formoso, al igual que le había ocurrido a su antecesor, se vio obligado a colocar la corona sobre la cabeza de los Spoleto. A pesar de ello, Guido terminó invadiendo los Estados Pontificios y se apoderó de buena parte del patrimonio de la Iglesia. Fue entonces cuando Formoso decidió pedir ayuda a Arnulfo de Carintia, quien llegó desde Germania y derrotó a Guido, que murió en el fragor de la batalla en el año 894. Su viuda, Agiltrudis, se hizo fuerte en Roma, pero tampoco pudo resistir durante mucho tiempo y sucumbió igualmente a las tropas de Arnulfo dos años después. En agradecimiento, el papa Formoso coronó emperador al guerrero germano. Poco después de la marcha del nuevo emperador a su patria, el 4 de abril del año 896 el trono vaticano quedaba vacante de nuevo. Formoso había fallecido. Y es precisamente después de su muerte cuando Formoso se convierte en protagonista del episodio más macabro y sorprendente de la historia del pontificado…

Tras la muerte de Formoso el escogido para sucederle es Bonifacio VI, un sacerdote que según las crónicas resultaba a todas luces indigno de ocupar el puesto y que, por lo visto, contaba en su historial el haber sido suspendido de sus distintos puestos en varias ocasiones. De cualquier modo, el destino no le ofreció siquiera la oportunidad de cometer un solo error, ya que la muerte le alcanzó –vía ataque de gota– a los quince días de ser elegido Papa.

Tras el brevísimo paréntesis de Bonifacio VI, el relevo fue recogido por Esteban VI, obispo de Anagni, que fue consagrado en mayo de 896. El nuevo Papa resultó ser un simple títere de la familia Spoleto, con Lamberto y Agiltrudis –hijo y esposa de Guido respectivamente– a la cabeza. Con un pontífice “amigo” en el trono pontificio, los Spoleto vieron llegada la hora de su venganza…

De cualquier modo, la familia italiana no tuvo que presionar a Esteban VI, quien gustosamente se dispuso a borrar para siempre el recuerdo de su antecesor, y puso en marcha el proceso más insólito y tétrico de cuantos tuvieron lugar en la Edad Media.

El Papa, acompañado por unos Spoleto ciegos de rabia, ordenó que el cadáver de Formoso fuera exhumado para someterlo a un juicio sumarísimo por sus pecados. El cuerpo del papa –que llevaba enterrado nueve meses– se encontraba en una avanzadísimo estado de putrefacción. Eso no supuso ningún impedimento para que, vestido con los ornamentos y vestimentas papales, fuera sentado ante el tribunal. Eso sí, tuvo que ser atado a la silla, pues el cuerpo inerte del pontífice se escurría continuamente de su asiento.

Las crónicas cuentan que el cadáver exhalaba un terrible hedor que revolvía las entrañas de los presentes, y su cráneo, prácticamente descarnado, miraba con las cuencas vacías a sus acusadores. Y así comenzó el concilio más espantoso y macabro nunca visto, que ha pasado a la posteridad como “Concilio Cadavérico”. Entre los “pecados” de los que se acusaba a los pobres restos de Formoso estaban el de haberse dejado elegir obispo de Roma cuando ya era en ese momento la cabeza de otra diócesis (la de Porto) [2].

 Paradójicamente, el servil Papa de los Spoleto se atrevió a acusar al cadáver de un pecado que él mismo había cometido, ya que cuando fue consagrado Papa, Esteban VI era obispo de Anagni. Para más inri, éste había recibido el nombramiento de aquel a quien tenía delante, ahora convertido casi por completo en un esqueleto. Para esquivar semejante incongruencia, Esteban anuló todas las acciones de Formoso, y entre ellas la de su propio nombramiento como obispo.




Como es evidente, el cadáver de Formoso asistió en completo silencio a las acusaciones, insultos y gritos que le lanzaba su sucesor. Eso sí, aquellos que le juzgaron tuvieron la “deferencia” de situar a su lado a un diácono –que aguantaba como podía las arcadas producidas por el hedor de la descomposición– para que le representara, a modo de moderno “abogado de oficio”.


Finalmente Formoso –como era previsible– fue declarado culpable y, no contentos con el escarnio al que le habían sometido después de muerto, le cortaron los tres dedos que utilizaba para bendecir y le arrastraron por el palacio. Después tiraron su cuerpo a una fosa común. La enfermiza mente del pontífice aún reservaba, sin embargo, una última acción. Volvió a exigir su exhumación y Formoso acabó en las aguas del Tíber [3].

Pero quizá el peor castigo, más grave que las vejaciones a un cadáver que, después de todo, ni sentía ni padecía, fue la aplicación a Formoso de la llamada Damnatio memoriae, una práctica que ya se practicaba en la antigua Roma [4] y que consistía, ni más ni menos, que en borrar cualquier vestigio histórico del que lo sufría. En definitiva, el receptor de tal castigo y sus acciones eran borrados de la Historia, como si nunca hubieran existido [5].

Aquel vergonzoso y denigrante comportamiento no iba a quedar, sin embargo, sin su justo castigo. Semejante atrocidad era demasiado incluso para el pueblo romano, acostumbrado a todo tipo de crímenes y maquinaciones. Además, se dio otro hecho que vino a alterar aún más los ánimos de los romanos. Coincidiendo con el momento en el que los restos de Formoso son arrojados al Tíber, la Basílica de Letrán, que por aquel entonces cumplía también las funciones de residencia papal, se desmoronó. Aquello fue interpretado como una señal de enfado divino [6]. Meses después de la celebración del Concilio Cadavérico o Sínodo del cadáver, una multitud descontrolada –sabiamente aprovechada y dirigida por los partidarios y defensores del papa Formoso– atraparon al pontífice y le llevaron a prisión.

Poco después Esteban VI, quien un día se había atrevido a profanar la tumba de un sucesor de San Pedro, moría asesinado en prisión –por estrangulamiento– en agosto de 897.
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[1] Porto era un antiguo puerto del Lacio en la orilla derecha del Tíber y en su desembocadura. Lo había construido el emperador Claudio y más tarde Nerón le dio el nombre de Portus Augustu. De este puerto tomó nombre la Vía Portuensis que de Roma llegaba hasta la moderna Ponte Gala.

[2] En aquella época las leyes del derecho canónico prohibían que ascendiera al trono de San Pedro cualquier miembro del clero que fuese en ese momento cabeza de alguna otra diócesis.

[3] Una piadosa tradición asegura que un grupo de pescadores que habían observado la escena entristecidos se apiadaron de Formoso y recogieron su cuerpo para darle cristiana sepultura. Otra leyenda romana asegura que mientras era trasladado a su antigua tumba las esculturas de san Pedro que encontraron a su paso se movieron para saludar al pobre pontífice.

[4] Las fuentes históricas dan cuenta de algunos personajes romanos que sufrieron dicho castigo, como Nerón, JuliánMáximo y Cómodo.

[5] Afortunadamente para la memoria de Formoso, el papa Romano, que sucedió al desequilibrado Esteban VI, invalidó todas las desquiciadas decisiones que había tomado su antecesor. Romano (897), que era hermano del pontífice fallecido Marino I (882-884), había sido consagrado con el apoyo de los partidarios del papa Formoso. Su sucesor, Teodoro II (897), sólo duró veinte días en el trono de San Pedro, pero entre sus iniciativas estuvo la de trasladar los restos de Formoso rescatados del Tíber a la tumba de la iglesia de San Pedro. Además, convocó un sínodo con la intención de anular todas las decisiones de Esteban VI.

[6] Lo cierto es que la Basílica de Letrán no se encontraba en buen estado, y hacía tiempo que amenazaba ruina, por lo que todo se debió a una simple aunque curiosa casualidad.

martes, 27 de marzo de 2018

COSTUMBRE DE LA PLEGARIA Y DÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS.



Costumbre
 Resultado de imagen de rezar antes de comer
La costumbre de ofrecer una plegaria antes de comer no se originó como expresión de agradecimiento por la comida que iba a ser consumida. Este sentido se le dio después, cuando nuestros remotos antepasados se convirtieron en sedentarios y se dedicaron a la agricultura. Ellos fueron quienes empezaron a orar a sus dioses pidiéndoles cosechas abundantes.
En épocas anteriores, las tribus nómadas no siempre estaban seguras de la bondad de los alimentos que encontraban. La carne se pudría rápidamente, la leche se agriaba y las setas, las bayas y los tubérculos a menudo resultaban venenosos. Puesto que aquellas gentes llevaban una existencia errante, descubrían sin cesar nuevas fuentes de alimentos y sólo podían determinar su carácter comestible mediante pruebas personales.
Comer podía resultar muy aventurado para la salud, ya que ciertos alimentos producían calambres, fiebres, náuseas e incluso la muerte. Se cree que el hombre primitivo rezaba a sus dioses, antes de comer, para evitar que la comida hallada o arrebatada a otros pudiera resultar deletérea. Esta creencia se ve reforzada por numerosos relatos posteriores, en los que pueblos de Oriente Medio y de África ofrecían sacrificios a los dioses antes de un festín, pero no como acción de gracias, sino con la intención de librarse de cualquier envenenamiento.
Más tarde, el hombre, ya conocedor de la agricultura, obtenía sus propias cosechas y criaba ganado y volatería, con lo que sabía muy bien lo que iba a comer. El alimento era más sano y seguro, y las plegarias que ofrecía antes de satisfacer su apetito tenían ya el significado con el que estamos familiarizados hoy en día.

Día de Acción de Gracias

El día de acción de gracias es fiesta oficial en Estados Unidos y Canadá, celebrada por primera vez en Nueva Inglaterra en la época colonial. 
Su actual origen es probable que se encuentre en las fiestas de la cosecha, que son tradicionales en muchas partes del mundo. Tras la recogida de la primera cosecha por los colonizadores de Plymouth en 1621, el gobernador William Bradford proclamó un día de acción de gracias y oración, compartido por todos los colonizadores y nativos. En 1623, un día de ayuno y oración durante un periodo de sequía, fue cambiado a uno de acción de gracias porque la lluvia llegó durante las oraciones. 
Gradualmente, se impuso en Nueva Inglaterra la costumbre de dar la acción de gracias cada año después de la cosecha. 
Durante la guerra de Independencia estadounidense, el Congreso continental sugirió un día al año de acción de gracias.
 
Acción de Gracias

lunes, 26 de marzo de 2018

ASÍ NOS AFECTA EL MIEDO A LA MUERTE EN NUESTRO DÍA A DÍA.

  • Resultado de imagen de temor a la muerteEl temor a la muerte provoca a su vez otros miedos, como al dolor, la soledad o la enfermedad.
  • Esto provoca actitudes que nos llevan a ser más comprensivos, tolerantes, empáticos y pacifistas.
  • Sufrir la pérdida de un ser cercano provoca una re-evaluación vital y el paso por cinco estadios: negación, ira, regateo, depresión y aceptación.
El miedo a morir es el único miedo a una certeza que sabemos inevitable. Unos lo temen más que otros, pero a todos se les pasa alguna vez por la cabeza. Esto afecta a nuestra personalidad, según diferentes estudios realizados desde el punto de vista psicológico.
Resultado de imagen de Matthew Gailliot
El psicólogo Matthew Gailliot y colegas de la Society for Personality and Social Phycologyconcluyen que el temor a la muerte puede tener consecuencias beneficiosas en nuestro comportamiento, haciéndonos más comprensivos, empáticos y pacifistas, tal y como recogen desde Buena Vida. Es un temor a lo desconocido y a algo que no podemos controlar que provoca efectos positivos en nuestra psique.
El respeto a la muerte provoca a su vez otros miedos, como al dolor, la soledad o la enfermedad. Todo ello condiciona nuestro comportamiento. Estudios realizados en la Universidad de Harvard y la Universidad de Kansas concluyen que este miedo provoca, incluso comportamientos de mayor tolerancia a otras creencias (como la religiosa) y de respeto al medioambiente (haciendo que las personas, por ejemplo, reciclen más).
Este miedo crece cuando sufrimos la pérdida de un ser cercano. Algo que suele rompernos varios esquemas replantearnos cuestiones que acabamos relativizando. Tras el shock producido por la muerte del ser cercano, la mente humana pasa por un proceso de re-evaluación vital, en el que se cambian prioridades y decisiones.
En esta re-evaluación entran una serie de pensamientos que pueden modificar nuestra conducta futura a corto plazo: no haber cumplido los propios deseos y haber buscado la felicidad, haber trabajado demasiado, haber dedicado poco tiempo a lo importante y no haber expresado los sentimientos.

La muerte crea en la mente humana el sentimiento de lo que se puede controlar (lo anteriormente citado) y lo que no (la propia muerte). Si la pérdida de un ser cercano es reciente, esta hace que pasemos por cinco estadios: negación (no me puede estar pasando a mí), ira, regateo (recurrir a todo aquello que pueda alargar nuestra vida), depresión y aceptación. Todas estas etapas también se suelen relacionar con nuestra edad, de manera que la negación sería más habitual a edades tempranas y la aceptación en la vejez. Por este motivo, cuando se produce una muerte cercana de alguien joven, sus allegados tardan más en asimilar lo ocurrido.

domingo, 25 de marzo de 2018

¿SON ESTOS LOS CLAVOS DE CRISTO?

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El cineasta canadiense Simcha Jacobovici asegura haber encontrado en una excavación arqueológica en Jerusalén dos antiguos clavos que fueron usados para crucificar a Jesús. Los detalles del hallazgo y la controvertida teoría de Jacobovici sobre su origen forman parte en un documental titulado "Los clavos de Cristo" que se estrenará el 20 de abril en Estados Unidos.

El documental comienza con una visita a una antigua tumba de Jerusalén descubierta en 1990 que fue aclamada por muchos en su día como el lugar de enterramiento del alto sacerdote judío Caifás, que en el Nuevo Testamento preside el juicio a Jesús. El sepulcro, junto con varios osarios, o cajas de huesos, fue encontrado durante unas obras en una ladera a unos pocos kilómetros al sur de la Vieja Ciudad. En la tumba se encontraron dos clavos de hierro, uno en el suelo y uno dentro de un osario, y, según la película, desaparecieron misteriosamente poco después. Jacobovici dice que los rastreó hasta un laboratorio en Tel Aviv de un antropólogo experto en huesos antiguos.

El investigador afirma que el descubrimiento es histórico, pero la mayoría de expertos contactados por la agencia Reuters lo desestimaron por inverosímil.  Por su parte, la Autoridad de Antigüedades de Israel, que supervisó la excavación de Jerusalén, dijo en reacción al estreno de la película que nunca se había demostrado sin ninguna duda que el sepulcro fuera el lugar de enterramiento de Caifás, y que es habitual encontrar clavos en tumbas.

sábado, 24 de marzo de 2018

CORRIDAS PAPALES.

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Tal vez pudo parecer sorprendente lo expuesto en el artículo “Curas Toreros” sobre las aficiones clericales a las corridas de toros y los correspondientes desencuentros con las autoridades eclesiásticas. De su lectura pudo deducirse que tal afición solo arraigaba entre curas de pueblo, novicios o seminaristas.

Mas a pesar de lo sorprendente que pudiera parecer y como contradicción a las prácticas imperantes en la Santa Iglesia Católica, que decretaron varias prohibiciones papales contra las corridas de toros, intentando su total abolición en los reinos cristianos, también en la cuna de la Curia Romana se realizaron muchas corridas o cazas de toros, como así se las conocía en Italia, “en donde se corrían también, pero enmaromados y con perros, y aún hoy se observa en Italia;…”, según cita D. Nicolás Fernández de Moratín en su “Carta Histórica”(1775).

Ese mismo autor, en igual obra, sigue diciendo: “y no pudo ser menos que con este desorden y atropellamiento, la fatalidad que acaeció en Roma el año 1332, cuando murieron en las astas de los toros muchos plebeyos, diez y nueve caballeros romanos, y otros nueve fueron heridos; desgracia que no se verifica en España siendo el ganado mucho más bravo. Por este suceso se prohibieron en Italia ese año”.

Las fiestas a que se refiere Moratín se dieron en tiempos del Papa Juan XXII (1316-1334), el que instituyó el famoso “Tribunal de la Santa Rota” de Roma, aunque es de justicia señalar que éste Papa nunca estuvo en Roma, ya que su papado transcurrió enteramente en la sede de Aviñón (Francia), que fue la sede papal mientras duró el llamado “Cisma de Occidente”.

A pesar de lo que dice Moratín, el desorden imperante en la mayoría de los festejos, romanos y españoles, provocaba que más de un clérigo denunciase los desmanes que se producían en dichos eventos, como lo reseña el Padre Pedro de Guzmán en su obra ”Bienes del honesto trabajo y daños de ociosidad”, de 1.614, cuando dice: “Es desgracia corriente tirar al toro una vara y clavarse en la cabeza o pecho del que está en el tablado”.

Por diversos autores tenemos conocimiento de varias celebraciones de corridas de toros en el mismísimo Vaticano.

Una de las ocasiones en que estas fiestas taurinas se celebraron en Roma fue en tiempos del Papa español Alfonso Borja, conocido como Calixto III (1455-1458), miembro de una influyente familia de Xátiva y gran aficionado a la música de campanas, hasta el punto de ordenar, siendo Papa, que todos los días del año, a las doce de la mañana, todas las campanas debían hacer sonar su broncínea melodía. Ese “talante festivo” del Pontífice, unido a su raíz hispana, nos lleva a presumir que también es probable que ordenara la celebración de algún festejo taurino con motivo de la canonización, recién elegido papa, de su paisano san Vicente Ferrer, en 1.455.

Igualmente existen referencias de celebraciones taurinas en tiempos del Papa Inocencio VIII (1484-1492), quien al parecer ayudó a Cristóbal Colón en el descubrimiento de América, y se sabe que celebró solemnemente la “toma de Granada” (por cuya gesta concedió a los reyes Isabel y Fernando el título de “Católica majestad“, tras cuya distinción fueron conocidos como “Reyes Católico“). Suponemos que, con motivo de esas dos efemérides, las corridas de toros formarían parte de los festejos programados.

Tras la etapa de venalidad y nepotismo de Inocencio VIII, accede al solio pontificio otro español, nacido en Xátiva, de la famosa familia Borja o Borjias para más señas, de nombre Rodrigo, que tomó el apelativo papal de Alejandro VI (de 1492-1503, fue elegido Papa siendo obispo de Cartagena-Murcia 1482-1492). Su vida disoluta y su ambición no tuvieron límites y de su relación licenciosa con una tal Vannozza Catanei le nacieron varios hijos, entre ellos César y Lucrecia, con la que el vulgo decía que, tras una relación incestuosa con su padre, tuvo un hijo conocido como “el infante romano”. Decir en su favor, a fe de no parecer ser un verdugón, que fue el que abrió la “puerta Santa” del Vaticano y encargó a Miguel Ángel la famosísima escultura de la Piedad.

Durante su pontificado se celebraron varias corridas de toros en el Vaticano y en una de ellas murieron dos hombres. Al parecer uno de los que destacó como torero de gran habilidad fue su propio hijo César (nombrado por su padre Obispo de Pamplona a los 16 años, y en él se inspiró Maquiavelo para escribir su obra “El Príncipe”), de cuyas hazañas se levantaron algunas estelas reseñando sus proezas, como la que relataba lo ocurrido en la corrida del 24 de junio de 1.500, celebrada detrás de la Basílica de San Pedro y que “…se enfrentó a pié con un trapo y una espada corta a cinco toros, llegando a separar la cabeza de uno de ellos de un solo golpe”.

Esas fiestas del “cacce di tori“, como se las conocía en Italia, las continuó el sucesor de Alejandro VI, el antiespañol Julio II (1503-1513). Este mecenas de las artes, como la mayoría de los papas del Renacimiento (fue el que encargó la construcción de la actual Basílica de San Pedro y a Miguel Ángel el fresco de “El Juicio Final”), también con tres hijas ilegítimas, siguió con la costumbre de celebrar corridas de toros a pesar de que:“… ni el odio profundo que sentía a los Borjias -a quienes combatió ferozmente-, ni su antipatía a España impidieron la continuación de una costumbre tenida por genuinamente española e introducida por los Borjias”.

Otro evento conocido fue el acaecido el lunes de Carnaval de 1.519, y lo refiere el padre Julián Pereda, jesuita, que lo toma de la “Historia de los Papas” de J. Pastor y dice: “…se celebraba una gran corrida en la Plaza de San Pedro (la actual plaza se construyó posteriormente, entre 1656 a 1665, obra del escultor Bernini), a vista de León X (1513-1521, el que creó el “Monte de Piedad” para préstamos y el que excomulgó a Lutero),en la que por cierto murieron tres pobres hombres. Les costeó el Papa los espléndidos trajes a los toreros y se echaban de menos los tiempos del Cardenal Petrucchi que, por uno solo de estos trajes para los toreros, solía pagar hasta 4.000 ducados; corridas y más corridas se siguieron celebrando en años sucesivos, aunque no siempre, ni mucho menos, a la manera española, sino despeñando los toros por el Testaccio (un monte artificial hecho con los cascotes de las ánforas de barro que allí se rompían durante siglos, y que en su mayoría procedían de España, conteniendo aceites, vinos y la famosa “garum” de Cartagena y Mazarrón, una pasta de pescado macerado en salmuera, famosísima desde los tiempos de la dominación romana), y esperando los jinetes armados que los despedazaban en su loca huída con tan poco garbo como sobrada crueldad”. Otro tanto ocurrió en la corrida celebrada en el Capitolio, en tiempos de ese mismo Papa León X, en el carnaval del año 1.520, donde murieron dos hombres.

A este respecto, sobre las formas anárquicas de celebrarlos, nos dice el Padre Regatillo en “Casos de derecho Canónico, II” que: “innumerables gentes se apiñaban en la típica plaza de Navona para contemplar la lidia, sin que hubiera barrera ni más valla que la que ofrecían los cuerpos inermes de la multitud, se comprenderá lo brutal y condenable de tales espectáculos”.

Tras la pausa impuesta por el Saqueo de Roma, en 1.527, las fiestas de carnaval volvieron a celebrarse en el año 1536, con la participación popular, en la que: “se despeñaron por el Testaccio carros cargados con cerdos y unas corridas de toros en la que se despeñaron trece toros, que luego fueron despedazados a mandoble por caballeros que los esperaban en la caída”.

Otra fiesta de cacce di tori fue la que dispuso el Papa Paulo III en 1539 (el que convocó el Concilio de Trento, uno de los más importantes de la Iglesia Católica, y el que aprobó la fundación de los Jesuitas), para celebrar los esponsales de Octavio Farnese con Margarita de Austria, más conocida como Margarita de Parma, hija natural del Emperador Carlos V, que como podrán suponer estuvieron revestidas de la mayor suntuosidad y adornamiento.

Muchas corridas más se siguieron celebrando en años sucesivos en las que no faltaron, junto a las corridas de toros, carreras por la vía del Corso, a las que asistió como espectador Julio III (1550-1555), el que, por temor a perder las prerrogativas papales, clausuró el Concilio de Trento.

“En 1556, el poeta francés J. du Bellay todavía pudo contemplar una corrida de toros en el carnaval romano, lo que le motivó para escribir tres sonetos, que reunió en su libro Regrets, donde cantó la suerte de la suiza…” según dice Flores Arroyuelo.

Once años después, de la muerte de Julio III, llegarían las famosas prohibiciones pontificias a las corridas de toros. El primero en intentarlo fue Pío V, quién ordenó al Gobernador de Roma que las prohibiese, bajo pena de muerte a quienes no acatasen la orden.

A decir verdad ni la Bula Salute Gregis de Pío V en 1567, ni la Exponis Nobis de Gregorio XIII en 1575, ni el Breve Nuper Siquidem de Sixto V en 1586, surtieron verdadero efecto en España, por diversas razones. Más eso pertenece ya a otro asunto, que tal vez desarrollaremos en otra ocasión.
Plácido González

BIBLIOGRAFIA
– Luis del Campo, “Pamplona y Toros. Siglo XVII”
– Vargas Ponce, “Disertación sobre las corridas de toros”
– Luis del Campo “La Iglesia y los Toros”
– Julio Caro Baroja “El estío Festivo”
– Francisco Flores Arroyuelo, “Correr los toros en España”
– P. Julián Pereda, S.J. “Los toros ante la Iglesia y la Moral”
– Urbano Esteban Pellón, “El Toro Solar”
– Padre José M.March, S.J., “Razón y Fé”
– Julio Gutiérrez Marqués, “Tauromaquia en tres tiempos”