Quien postuló en realidad el heliocentrismo fue Nicolás Copérnico, medio siglo antes. Galileo, que era un fervoroso católico y amigo del papa Urbano VIII, en cuanto realizó los cálculos y comprobaciones de que la Tierra giraba alrededor del Sol, quiso ponerlo por escrito. Pero esta obra acabó inconclusa en el Índice, la lista de los libros prohibidos por la Iglesia; y el científico, en arresto domiciliario, pero sin padecer tortura alguna.
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