Debido a que el Banco Ambrosiano realizaba inversiones de gran envergadura y operaciones de evasión fiscal, cuando quebró dejó a su principal accionista, el IOR, con una deuda de unos 800 millones de euros. Tras la muerte de Roberto Calvi y el déficit económico que el Banco Ambrosiano había dejado en la Banca Vaticana, miembros del Opus Dei propusieron a Juan Pablo II un acuerdo doblemente beneficioso: a cambio de que fuesen reconocidos como una "prelatura personal", una institución eximida de rendir cuentas ante nadie que no fuera el pontífice, éstos aportarían el capital suficiente para que las arcas de la Santa Sede recuperasen su salud monetaria. Juan Pablo II aceptó inmediatamente y, desde 1982, el Opus Dei, haga lo que haga, cuenta con el beneplácito del Vaticano.
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