En el siglo XVII, las mujeres no tenían muchas oportunidades para progresar socialmente.
Olimpia Maidalchini (1591-1657) lo sabía, y por ello no dudó en casarse muy joven con un hombre acaudalado que, al morir, la convirtió en una viuda muy rica.
Las cosas aún mejoraron para ella cuando tras sus segundas nupcias quedó emparentada con el papa Inocencio X, que le concedió su favor.
Desde entonces, Olimpia se dedicó a la conspiración y al enriquecimiento por partes iguales. Su codicia era tal que llegó a crear un impuesto dirigido a las prostitutas romanas, que debían entregarle a ella directamente.
Su poder y voracidad, muy temidos por el pueblo llano, declinaron tras la muerte de Inocencio X.
Aún así, se las apañó para abandonar la Ciudad Eterna con una inmensa fortuna.
No es de extrañar, por tanto, que entre las muchas leyendas que surgieron en torno a esta mujer destaque una que cuenta que su fantasma aún recorre algunas calles romanas, mientras aúlla en el interior de una carroza de fuego que se precipita cada noche al infierno.
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