Por Miguel Ángel Sabadell
Algunos autores heterodoxos aseguran que los caballeros templarios podrían haber ayudado a erigir los espectaculares templos excavados en la roca que albergan la ciudad etíope de Lalibela.
En el norte de Etiopía hay una ciudad santa, Lalibela. Es un lugar de peregrinación para la iglesia ortodoxa etíope, sobre todo cuando se celebra el Timkat el bautismo de Jesús en el río Jodrán. Pero lo que la convierte en un enclave único son sus once iglesias monolíticas, excavadas en un bloque de roca. De ellas, la más famosa es Bet Gyorgis -la igelsia de San Jorge-, la última en ser construida.
Al igual que España tiene a Santiago, el cristianismo etíope tiene a Felipe, uno de los primeros siete hombres elegidos por los apóstoles para ser diácono y misionero. Según los Hechos de los Apóstoles ( 4-40., Hechos de los Apóstoles. Felipe. Personalismo del evangelista Felipe. Simón Mago. Hch ) Felipe bautizó a un eunuco y alto funcionario etíope, que llevó a su país la Buena Nueva. En realidad, la primera referencia histórica de la llegada del cristianismo a Etiopía data del año 335, cuando el rey axumita Ezana se convirtió a esa fe. Axum fue un importante reino que desde el siglo I al X sirvió de unión entre el imperio romano y el subcontinente indio. Confundido con el vecino reino de Saba, durante la Edad Media se creyó que era el hogar del mítico
Bet Giyorgis está esculpida en un único bloque de piedra situado bajo tierra, por lo que el lecho queda a ras del suelo. El edificio, con forma de cruz griega, está rodeado por un pozo rectangular de 25 metros de largo por 12 metros de alto, de cuyo fondo nace. La historia cultural etíope recoge que su construcción fue ordenada por el rey y místico Gebre Mesqel Labilela, de quien la ciudad toma su nombre, y que gobernó hasta 1221. Este quería convertirla en una nueva Jerusalén.
Pero ¿cómo se pudieron retirar con martillos y escoplos los casi 4000 m3 de roca necesarios para vaciar la iglesia? Nadie lo sabe con certeza. Cuenta una leyenda que los ángeles trabajaban por la noche mientras los obreros dormían. Otra más reciente, creada por pseudohistoriadores como Graham Hancock dice que intervinieron los templarios. En todo caso, estos edificios han aislado del mundo a Labilela; en ella no hay vehículos a motor, gasolineras o calles pavimentadas. Todo sigue como hace cientos de años; solo un pequeño aeropuerto instala en la modernidad a una ciudad donde la décima parte de sus habitantes vive para la devoción religiosa.
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