A diferencia de la mayoría de las fiestas judías, el origen de Hanuká (festival de las luces) no está en la Biblia sino en acontecimientos que ocurrieron más tarde. Hanuká dura ocho días y comienza el 25 del mes hebreo de Kislev (generalmente en diciembre).
Se trata de una fiesta que marca la rededicación del templo de Jerusalén para conmemorar la exitosa rebelión macabea contra los seleucidos en el año 167 a.C., cuando lucharon por su independencia y libertad religiosa. Los judíos se rebelaron contra Antíoco Epifanes IV, quien había profanado el templo santo. En el año 164 a.C. bajo el liderazgo de Judas Macabeo, liberaron la ciudad de Jerusalén del gobierno extranjero y rededicaron el templo.
La tradición habla también de un milagro. Cuando los macabeos buscaron aceite consagrado para encender el candelabro en el templo, hallaron solo un pequeño frasco cuyo sello estaba aún intacto, lo que significaba que el aceite era puro. Aunque el aceite en el frasco era suficiente para solo un día, ocurrió un milagro y el aceite ardió durante ocho días.
Durante los ocho días de la fiesta de Hanuká se encienden velas en la Hanukiá, un candelabro con una fila de ocho receptáculos para velas y un receptáculo adicional llamado shamash que se utiliza para encender las otras velas.
Esta es una fiesta de mucha alegría y favorita de los niños, quienes juegan con una perinola (sevivón) de cuatro lados en los que figuran las letras hebreas iniciales de la frase que significa “un gran milagro ocurrió aquí”.
Otra costumbre de Hanuká consiste en comer comidas especiales, sobre todo aquellas preparadas en aceite frito, tales como pasteles de papa y buñuelos (sufganiot), una especie de rosca sin agujero en el medio y generalmente rellena de mermelada.
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