El último de los casos clásicos de cazas de brujas tuvo lugar al otro lado del océano atlántico, en él están muy patentes todos los elementos vigentes tanto sobre la brujería como la obsesión diabólica de esta centuria, se produjo a finales de la misma, en 1692 teniendo como escenario la villa norteamericana de Salem (Massachussets).
Por entonces, la colonización anglosajona del subcontinente que actualmente ocupan los Estados Unidos de América estaba comenzando a germinar siendo aún muy débil, apenas era algo más que una franja costera donde se establecían puestos de las distintas compañías comerciales y comunidades ultrarreligiosas que, como los peregrinos puritanos del Mayflower, habían huido de la metrópoli opresora hacia las colonias buscando en esa tierra virgen poder empezar de cero, rigiéndose de modo teocrático con la Biblia como único código y crear de este modo una especie de tierra prometida o Nuevo Jerusalén, de donde deriva el nombre de Salem. Lamentablemente lo que allí hallaron distaba mucho de ser un paraíso, se vieron aislados en una tierra de frontera con los combativos indígenas, y pasando todo tipo de estrecheces, cuyo recuerdo hace que se celebre Thanksgiving’ s day o día de acción de gracias, todos los últimos jueves de noviembre.
Es difícil de imaginar la frustración que supondría para estos colonos haber realizado tan largo viaje para encontrarse peor que donde habían partido. Este sentimiento iracundo acabaría brotando en forma de caza de brujas, a través de la cual cohesionar al grupo comunitario mediante el efecto catártico que suponía el proceso como método de canalización de las tensiones subyacentes del grupo humano.
Previamente al relato de los hechos, repasemos cuales fueron los condicionantes que transformaron aquel lugar paradisíaco donde iban a fundar la tierra prometida en un auténtico infierno terrenal.
La región, Nueva Inglaterra, estaba muy próxima a la frontera con el dominio francés del río San Lorenzo, eran constantes las incursiones de los nativos aliados con los galos, una de las más graves fue la del asedio del asentamiento de York en enero de 1692 donde perdieron la vida cien colonos británicos, la ciudad fue quemada en la masacre de la Candelaria, 2 de febrero de ese año. La corona bitánica no reparaba lo suficiente en aquella zona tan humilde de su inmenso imperio, menos aún tras el derrocamiento de Jacobo II, naciendo así una temprana vocación de autodefensa todavía muy visible hoy en día entre los estadounidenses; pero tras esta tragedia, el nuevo gobernador William Phips consiguió reencauzar la situación gracias al nombramiento de sheriffs, jueces de paz y un tribunal de última instancia denominadoOyer and terminer.
Estos representaban la autoridad real, aunque en la práctica el poder fuera ejercido por los distintos ministros parroquiales de cada una de las comunidades, mayoritariamente puritanas, que como las demás ramas del protestantismo, eran aún más tendentes que los católicos a las divagaciones demonológicas y a ver a sus siervas frecuentemente.
En el mismo Salem, tres años antes de la convulsión brujeril, se había publicado un libelo llamado Memorable providences relating to witchcraft and possessions escrito por el ministro parroquial Cotton Mather donde se narraba otro episodio de posesión sucedido en Boston y provocado (a su juicio) por la maldición de Mary Glover, una lavandera irlandesa, probablemente católica y sólo por ello ya más tendente al satanismo desde el punto de vista reformado.
Otro factor a destacar es la fuerte división existente entre los vecinos de Salem, la parte oriental (Salem village) consiguió escindirse del resto de la población (Salem town) para formar su congregación independiente. La formaron pero su pastor no fue elegido democráticamente por los vecinos, como se acostumbraba, sino que el concejo municipal fue quien nombró directamente reverendo a Samuel Parris, enfrentando así a los habitantes de Salem village entre partidarios y detractores de esta elección.
Precisamente, los casos de posesión comenzaron en la casa del reverendo, su hija Bettty Parris y su sobrina Abigail Williams, de nueve y once años respectivamente, con los síntomas habituales: contorsiones imposibles, sansonismo, xenoglosia, blasfemias, etc…Los médicos que las examinaron no hallaron causa física alguna para esta transformación, tampoco es que tuvieran muchos medios para determinarlo; por tanto se atribuyó al efecto de la brujería y comenzaron a buscar responsables.
Las niñas acusaron, la comunidad entera detuvo a Sarah Good, indigente, a Sarah Osborne, a quien las maledicencias vecinales acusaban de adulterio y de no ser muy pía, y principalmente a la criada del reverendo, Tituba, que añade un factor exótico a la cacería pues no se sabe bien si procedía de Guayana o del Caribe, si era india o mulata, pero si que no era blanca en una sociedad mayoritariamente caucásica. Como en toda situación de acoso, el individuo más diferenciado del resto acaba siendo el blanco de todos los odios; en este caso se la acusó de haber retornado a las prácticas mágicas de su religión ancestral, la cual al no ser cristiana (más aún no puritana) era indisolublemente vinculada a la hechicería y a los ritos satánicos.
Las delaciones continuaron creciendo a modo de bola de nieve, cada acusada voluntariamente (o no) proporcionaba una serie de nombres bien para colaborar y reducir su pena o vengarse de aquellos que la habían acusado anteriormente. El número total de personas detenidas e interrogadas alcanzó las 150 personas para un territorio pobremente poblado.
Linda Caporael defendió la teoría de que detrás de este histerismo colectivo se hallaba la intoxicación producida por la ingestión del cornezuelo del centeno, un hongo con el 10 % de potencia alucinógena de su variante artificial L.S.D; así se explicarían las rarezas descritas en las niñas y la verosimilitud que la comunidad entera dio a sus fantasiosos testimonios. El desarrollo del cornezuelo habría sido posibilitado por el húmedo invierno de 1691 que infectó al centeno recogido en agosto y secado hasta diciembre, fecha en que se empezó a consumir y que coincide con los primeros síntomas de posesión entre las muchachas Parris.
Desafortunadamente, ninguna explicación para el fenómeno brujeril y su caza es la definitiva, en todas hay lagunas. Caporael olvida que algunos vecinos de Salem no sufrieron estos síntomas a pesar de consumir pan procedente del mismo centeno y cocido en el mismo horno, también que no todos los que participaron en la caza de brujas habían sufrido alucinación alguna. Sin duda, tal intoxicación puede producirse y ocasionar dichos delirios como efecto secundario a la vasoconstricción, tal y como sucedió en el pueblo francés de Pont-Saint Espirit a consecuencia del denominado pan maldito.
Suponemos que en esta ocasión pesó más el clima de histeria colectiva, combinada al fundamentalismo religioso que estos pioneros portaron consigo, aislados prácticamente de todo contacto exterior y frustrados por las difíciles condiciones de vida que hallaron, dieron rienda suelta a su imaginación mas agresiva buscando la cohesión de los miembros más integrados y la represión de los de tendencia más excéntrica, la búsqueda de brujas no se ciñó únicamente a la aldea de Salem sino que se extendió por las comarcas cercanas, enclavadas en la región de Nueva Inglaterra en Norteamérica.
Desdichadamente 19 personas-14 mujeres y 5 hombres- fueron conducidas al cadalso de Gallow Hills y a la horca tras haber sido juzgadas en Boston y halladas culpables de brujería. En diferentes días de aquel año de 1692 se produjeron las ejecuciones, el diez de junio fue ajusticiada Bridget Bishop, el diez y nueve de julio fue el turno de Rebeca Nurse, Sussanah Martin, Elizabeth Howe y Sarah Wildes, un mes exacto después fueron arrebatadas las vidas de Georges Burroughs, Martha Carrier, John Willard, Georges Jacobs y John Proctor.
Finalmente, el 22 de septiembre, murieron ahorcados Martha Corey, Mary Eastey, Ann Pudeator, Alice y Mary Parker, Willmot Redd, Margharet Scott y Samuel Wardwell.
A estas defunciones hay que sumar las cuatro que se produjeron en la cárcel: Sarah Osborne, Roger Toothaker, Lyndia Dustin y Ann Foster, más la de Gilles Corey, lapidado el diez y nueve de septiembre de ese fatídico año, por negarse a declarar ante el tribunal de Oyer and terminer.
No eran los primeros que se habían producido en el nuevo mundo ya que en los territorios del imperio hispánico se había implantado la Inquisición para erradicar las remembranzas de los cultos precolombinos. En el caso norteamericano, no había tal posibilidad debido a la inexistente integración, por no decir directamente genocidio, entre los nativos y los colonos anglosajones cuya obra continuaron sus herederos.
Los orígenes integristas de la nación estadounidense se cobraron un tributo de sangre en aquellos días, aunque fueron fundamentales para el desarrollo de la libertad de culto, aún hoy siguen obstaculizando la implantación de teorías totalmente aceptadas por la comunidad científica como la de la evolución en determinados estados de la unión.
Más tarde, estos sucesos ocuparían un lugar primordial en la cultura popular de Estados Unidos, tanto en la literatura con obras como el crisol o la letra escarlata, como en la fiesta mundialmente conocida gracias a la globalización que los emigrantes irlandeses importaron, Halloween (contracción de All hallow`s even o víspera de todos los santos) que a su vez habían heredado de sus antepasados célticos, los cuales celebraban esa noche su transición entre años, el Samaín, con esa mezcla de connotación terrorífica y humorística. A menudo se ha conocido como noche de brujas, siendo uno de los principales disfraces escogidos por los niños y definiendo así un icono que todos vemos con claridad, mujer anciana con detalles desagradables (nariz ganchuda, verrugas o vello facial), una escoba que utiliza para volar, y finalmente, un sombrero de pico que era muy frecuente entre los colonos del siglo XVII que arribaron a las costas de aquel inhóspito y salvaje territorio, destinado a ser uno de los países con más relevancia en la historia mundial contemporánea.
Pasada esta centuria y a lo largo de la siguiente, la pesadilla brujeril va cesando hasta ser erradicada para siempre, en estos dos siglos la mentalidad de estas sociedades sufre un proceso de maduración nunca visto. Por poner un ejemplo accesible, pasaría de ser un niño que culpa al suelo de haberlo hecho caer a un adolescente, que aún tiene mucho que evolucionar en su pensamiento, ya analiza las circunstancias bajo una perspectiva racional desechando toda una serie de seres sobrenaturales en los que creía durante su infancia pero ahora considera absurda su existencia.
Siempre refiriéndonos a la brujería del ámbito de la cultura occidental, porque la expansión imperialista del siglo XIX, genialmente definida por Rudyard Kipling como la carga del hombre blanco, hizo que los europeos se toparan con nuevas religiones aborígenes, gran parte de ellas basadas en ritos chamánicos y de hechicería; dado que la cristianización de estos pueblos era una de las justificaciones que se daban para la invasión de estas tierras, los ocupantes reprimieron severamente a los que se negaran a aceptar los evangelios y siguieran apegados a sus cultos tradicionales.
[i] Linda Caporael Ergotism: the Satan loosed in Salem?, Science, nº 192, abril de 1976.
[ii] http://law.2.umkc.edu/faculty/projects/ftrials/salem/ASAL_DE.HTM