En el
año 610 de la era cristiana Mahoma sintió la llamada de Dios. Tenía cuarenta
años cuando se le apareció el arcángel San Gabriel que le mostró el texto
completo del Corán y le dijo: "lee" ordenándole anunciar la nueva
doctrina en nombre del Dios único, clemente y misericordioso.
Mahoma,
profeta de Dios, creó una nueva religión que desde el corazón de Arabia, en apenas
un siglo, se había extendido por un territorio inmenso. El credo islamista
tenía elementos tomados de las grandes religiones monoteístas: cristiana y
judía, y se regía por el libro santo, el Corán, que regula todos los aspectos
de la vida de los creyentes.
El
Islam, que adoctrina sobre los más diversos temas de la condición humana, no
podía obviar el de las relaciones hombre-mujer y permitió, y permite, la
poligamia, hasta un máximo de cuatro esposas por cada varón. iPero como la
carne es débil Mahoma fue el primero de los musulmanes en contravenir sus
propias reglas! La diversidad de esposas le aportó, sin duda, muchas satisfacciones pero también una cantidad ingente de problemas entre los
celos y las rivalidades femeninas de su harén.
El profeta
contrajo matrimonio por primera vez con veinticinco años y a esta esposa le fue
fiel hasta que enviudó de ella. Cuando a los cuarenta años Mahoma comenzó su
andadura como hombre de Dios ya había estado casado en dos ocasiones, y aceptó
de buen grado la propuesta matrimonial de una viuda rica, Jadicha, mucho mayor
que él. No obstante, parece que el matrimonio fue por amor porque Mahoma
siempre habló de ella en medio de grandes alabanzas y la consideró la mejor de
sus esposas. Jadicha le correspondió con una entrega total, brindándole todo su
respaldo económico y siendo la primera conversa del nuevo credo predicado por
su esposo. Aunque era muy normal entre las sociedades contemporáneas de Mahoma
tomar una segunda esposa, no lo hizo en vida de Jadicha. Pero a su muerte fue
acumulando esposas hasta superar con creces el tope de cuatro que él mismo
había fijado en sus preceptos coránicos. Lógicamente esta actuación de Mahoma
provocó una dura controversia entre sus adeptos, pero la cosa se resolvió
mediante una oportuna revelación de los cielos, recogida en la sura 33, en la que
se decía que el profeta podía tener cuantas mujeres desease.
Viudo
de Jadicha, se casó con Sauda Bint Zamq, viuda también y, por lo visto, poco
agraciada y con Aisha, hija del que sería el califa Abu Bark. Mahoma consumó
este matrimonio cuando esta esposa era apenas una niña de nueve años, algunos
sostienen que apenas tenía siete años y él cincuenta, lo que nos hace aparecer
al profeta como un rijoso. Esta pasión fue muy criticada tanto por los amigos
como los enemigos de Mahoma.
A estas
dos mujeres pronto se unió Hafsa, cuyo padre se convertiría el califa Omar. Era
hermosa y con talento, pero muy pronto llegó una quinta esposa: Zainab bint
Juzaima, viuda de un musulmán que había muerto en combate. Muchos interpretaron
esta nueva boda como un acto de caridad hacia esa mujer, apocada y tímida, que
se había quedado desprotegida e indefensa. Al mes, Umm Salma se convertía en su
sexta esposa. Esta viuda había sido pretendida por Abu Sark y Omar, y Mahoma
fue rechazado como los otros dos futuros califas, pero al final fue él quien se
llevó a la cotizada prenda. El harén de Mahoma comenzó a agitarse tras la llegada
de Umm Salma. Aisha y Hafsa se rebelaron contra la abundancia de esposas que
comenzaban a monopolizar a su hombre. Pero esta sexta esposa tuvo la habilidad
de aliarse con la hija de Mahoma, Fátima, y esta alianza tendría unas enormes
repercusiones en la sucesión del profeta.
Por si
las cosas no estaban bastante agitadas entre las féminas de Mahoma, éste se
casó con una prima suya: Zainab Bint Yahsh. Era la esposa de un hijo adoptivo
de Mahoma, pero su belleza despertó el deseo de éste. Zaid la repudió para que
pudieran contraer matrimonio aun tratándose de una unión consanguínea. De nuevo,
las críticas se volvieron muy serias contra el creador de Islam, pero la
solución llegó de una nueva revelación divina, en la que se le daba la autorización
expresa para desposar a la esposa de un hijo adoptivo. Los ánimos se apaciguaron,
pero no para todos y Aisha, bastante escamada ante tantas y tan oportunas
revelaciones le dijo al Profeta: "Ya veo que tu Dios viene corriendo a
ayudarte en tus aventuras amorosas"
Pero no
paró aquí Mahoma en cuanto a esposas, sino que casose de nuevo con una mujer copta,
Marya, que fue la única que le dio un hijo varón. Las envidias se desataron y
hubo de ser llevada a otro barrio de Medina para que no sucumbiera al ataque de
las demás esposas rivales.
Tantas
mujeres debieron proporcionar muchos goces al profeta, pero también amarguras sin
cuento. En un intento de evitar problemas estableció la costumbre de pasar una noche
con cada una de ellas, pero no sabemos si esto satisfizo a sus celosas esposas
que se valieron de cuantos medios tenían a su alcance para hacer la vida imposible
a las futuras integrantes del harén. Cuando Asma Sint an-Numan se convirtió en otra de las esposas, la astuta
Aisha le comentó que en su noche de bodas debía decirle a su marido: "Me
refugio en Dios huyendo de ti" La infeliz creyó que esto le agradaría al
profeta, pero esta fórmula apartaba a Mahoma de las mujeres y mediante esta
argucia logró Aisha que fracasarán tres nuevos matrimonios. Asma, después del
fiasco, se vengó diciendo a todo aquel que quisiera escucharla que la capacidad
sexual de Mahoma dejaba mucho que desear.
Pero la
treta de Aisha no siempre le funcionó y no pudo impedir el matrimonio de su
esposo con la bellísima Yowairriya Sint al-Harit. Además, se vio envuelta en un
asunto muy doloroso, cuando fue acusada de ser infiel al profeta manteniendo relaciones
adúlteras con otro musulmán. Este asunto conocido como "el del collar"
se debió a que, durante un viaje, Aisha se
quedó atrás buscando las cuentas de un collar que se le había roto. Una vez más,
y en esta ocasión quizás Aisha no le hiciera ascos, otra revelación puso de manifiesto
que era inocente del cargo de adulterio y se convirtió en la esposa predilecta
de Mahoma.
A la
muerte de Mahoma, todas sus esposas corrieron la misma suerte que en modo alguno
fue envidiable. Se les prohibió volverse a casar y los recelos y envidias que
durante años se habían desarrollado entre ellas se saldaron con enfrentamientos
y guerras civiles lo que supuso un caro tributo a la poligamia del profeta.