Esta galería megalítica de Morbihan, en Bretaña, tiene sus paredes casi repletas de petroglifos.
Los grabados rupestres (del griego pétros, ´piedra´, y glyphein, ´tallar, grabar) se realizaban ya en el Paleolítico superior, hace unos 12.000 años, y su uso llega hasta prácticamente la actualidad, pues nunca se ha dejado de hacer marcas en la superficie de las rocas. Al igual que su cronología, su empleo es también muy amplio y se han documentado en casi todos los lugares de nuestro planeta. Sus motivos son de todo tipo: dibujos geométricos (cruces, círculos, ajedrezados, rombos, soles, líneas onduladas, zigzags, etc.). figurativos (animales y plantas, figuras humanas) o representaciones de objetos (carros, armas, barcos, etc). Se consideran desde marcas de propiedad de un territorio a indicadores de lugares sagrados, bien actos para propiciar una buena caza o bien como ofrendas a los dioses, sin descartar la simple intención de dejar un signo de identificación.
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