Felipe II era un rey muy devoto y católico, por eso es posible que no fueran tan esotéricas las razones que lo impulsaran a rodearse de alquimistas y que más bien fueran económicas. Felipe II contrató a Tibero della Rocca para que intentara transformar metales en oro o plata con los que poder pagar a sus ejércitos. Tras muchos intentos el resultado no fue el deseado y las arcas del Estado quedaron notablemente mermadas.
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